Si a estas alturas de la feria lo que nos queda como eco es la indignación que sentimos tarde tras tarde, que venga Dios y lo vea, cuando menos, para ver si lo arregla. Estoy convencido que la feria de San Isidro se monta para una exposición fotográfica de los toros puesto que éstos, bellos como ningunos, para la foto son admirables. Animales grandes, hermosos, bellos; sencillamente porque, dicho sea de paso no existe animal más bello en el mundo que el toro bravo.

Los de arriba santos, lo de cuernos, abajo, basura generalmente

Claro que, tras la foto hay mucho que desear. Pensar, amigos todos, que han muerto decenas de ganaderías encastadas porque no las querían lidiar y, el maldito encaste Domecq, las figuras y los que no lo son, se dan de hostias por torearlas. Bien es cierto que, al paso que vamos tendrán que clausurar dichas ganaderías que, como en el caso de Juan Pedro, todo el mundo vimos lo que trajo a Madrid. Es verdad que, estos ganaderos citados, digamos la "rama" del encaste aludido, en Madrid tienen un filón. ¿En qué plaza podrían lidiar semejantes burros con cuernos? Se nos han pasado de peso, dicen los ganaderos. No pasa nada, tenemos Madrid y allí que se jodan. ¿No quieren el toro grande? Ahí lo tienen, piensan los ganaderos.

Como sabemos, el toro auténtico, en muchos casos, los taurinos lo han dejado morir y, lo que queda, algunas de las ganaderías emblemáticas de toda la vida, como sabemos, han ido a parar a manos francesas en que unos románticos galos quieren que perdure la especia del toro bravo como tal. Ahí está el Cura de Valverde, Pablo Romero y algunas más. Dentro de muy poco tiempo, cuando ya no nos quede nada que ostente la bravura del toro de lidia tendremos que proteger la especie como nos ocurre con los linces, claro que, como siempre, llegaremos tarde.

Pienso que, al genio que se le ocurrió en decir que en Madrid solo vale el toro grande había que "premiarle", dicho con pena, claro está. De toda la vida se ha lidiado en Madrid un toro normal; un toro que con tener el trapío como tal, lo demás no lo exigía nadie. Imagino que todo ocurrió de la siguiente manera; los ganaderos, casi todos, en su momento tenían en la dehesas toros pasados de kilos, hablaron con la empresa de Madrid y allí empezó todo. La empresa los compraba a precio de saldo y los ganaderos se los quitaban de encima; esa es la cuestión. Y esa estupidez es la que ahora han querido convertir como norma. Y lo estamos pagando caro, yo diría que carísimo.

Estamos a una semana de que acabe la feria y los triunfos de los toreros se pueden contar los dedos de una mano. ¿Cabe desdicha mayor? Y lo peor de todo es que, año tras año, vamos empeorando, algo que creíamos imposible pero, con el toro que se lidia lo hemos conseguido.

Nos queda, ahora mismo, los encastes auténticos, lo que rezamos para que, al final, triunfe el toro, por tanto, la verdad de la fiesta. Que en estos momentos solo recordemos la autenticidad de Paco Ureña, la emotividad de David Mora y la insultante juventud de Roca Rey, son datos muy preocupantes tras tantos festejos celebrados. Claro que, el temido público de Madrid, al final son santos hasta el límite de los altares porque motivos para "quemar" la plaza los tienen a diario.