Ayer si pudimos comparar porque en una misma corrida se produjeron dos hechos que, aparentemente parecían iguales, pero no eran lo mismo. Es decir, Manzanares y López Simón cortaron dos orejas cada uno pero, en la comparación a la que me refiero, Manzanares tenía que haber cortado el rabo y López Simón una clamorosa vuelta al ruedo, eso hubiera sido lo justo.
Ante todo, en aquel ambiente festivo que se vivió, si cerrabas los ojos podías imaginar que estabas en Sevilla puesto que, lo que ocurrió en Madrid era propio de la capital hispalense. Los toros en su presentación eran de Sevilla, el presidente del pueblo de Dos Hermanas y los toros, ya se sabe, de Saltillo, perdón, de Victoriano del Río, es decir, marca de la casa.
En su conjunto, bien podríamos decir que la corrida fue toda una congregación de hermanitas de la caridad vestidas de negro. Toros noblotes, sin la menor mala intención -pero todos- y con los argumentos idóneos para que los diestros disfrutaran a placer con dichos animalitos. Se trataba del toro tontorrón para que los diestros hicieran en la arena, aquello que hacen todos los días en su casa cuando torean de salón y, especialmente a Manzanares le salió bellísimo todo.
Castella no encontró la manera de triunfar; no supo tocar la tecla para que sonara la sinfonía que tantas veces ha supuesto su toreo. Como en las cuatro tardes que ha sumado en Madrid, este año no ha tenido eco nada de lo que ha hecho. Se ha llevado una fortuna y su alegría será inmensa.
Lo de López Simón clama al cielo. Tras su primera faena, insulsa, voluntariosa, moliendo al toro a derechazos, salvo una buena tanda, lo demás resultó de una vulgaridad aplastante. Claro que, este chico tiene el santo de cara; es decir, sufre un agarrón como dirían en México, en el momento justo y preciso que, para su suerte, salió ileso. Estocada certera y dos orejas. ¡Madre mía del amor hermoso! Nadie se lo creía; una oreja hubiera sido toda una dádiva para el diestro de Madrid; pero no, dos orejas. Lo lógico, sensato y cabal hubiera sido que López Simón tirara las dos orejas para dar una aclamadísima vuelta al ruedo. Pero para eso hace falta mucha dignidad, algo que le faltó al chico de Barajas. En su segundo lo quiso arreglar y la embarró por completo. No importa, ya es figura y se lo consentiremos todo.
Con 'Dalia', como cuando entrena en casa
Como decía, Manzanares toreó como cuando entrena en su casa; faena perfecta, bellísima... dos trincherazos tuvieron clamor, hasta el punto de que nos recordó al maestro El Pana en la interpretación de tan singular muletazo. Derechazos y naturales al compás del toro que, fabricado a medida no sale tan perfecto. Sin duda, a toros como el citado, no hacerles la faena que llevó a cabo Manzanares es todo un delito. El animalito, como dije, era una hermanita de la caridad con la que el diestro de Alicante se entendió a las mil maravillas. Quietud, compás, armonía... todo fue posible en las manos y sentidos de Manzanares que, repito, le salió el toro soñado, más que un toro, un amigo del alma que le quiso encumbrar para siempre.
Insisto, comparar las dos orejas de López Simón con las obtenidas por Manzanares es un sacrilegio. Mientras que las del diestro de Madrid fueron un capricho del presidente, las que cortara Manzanares tenían el peso por haber llevado a cabo una faena llena de plasticidad y torería al más alto nivel.
Foto: Nadlleli Bastida