Lo siento por todos los aficionados catalanes que como sabemos se cuentan por decenas de miles, pero mientras sean regidos por esos desdichados de mierda jamás volverán a ver una corrida de toros. Pobre Serafín Marín, el matador catalán que incluso sigue creyendo que ya no es “clandestino”. Al chico, como sabemos, los suyos le arrebataron el sagrado pan que se ganaba jugándose la vida; a Serafín y a cuantos participan en tan noble espectáculo como son las corridas de toros. Y lo siento por el bueno de Paco Mora que, ilusionado al respecto de la sentencia del Tribunal Constitucional, ha echado las campanas al vuelo en un gesto de buena voluntad y honradez. Claro que, lo que quizás Paco Mora no ha reparado es en el veneno que tienen dentro de sus entrañas los políticos izquierdosos catalanes.
La estatua de Franco destrozada en plenas calles de Barcelona
Viven equivocados todos aquellos que sigan creyendo que en Cataluña acatarán las leyes de España. Ya lo dijo la señora alcaldesa que, el fallo de Tribunal Constitucional, ella se lo pasa por el forro de donde le da más gusto. A continuación, claro está, le siguieron todos los mercachifles de la política catalana que, con tal prohibir y hacer daño, con ello ya son felices. Eso sí, la señora alcaldesa sacó una estatua de Franco para que la mancillaran y destruyeran todos aquellos que, infestados por el odio que les han enseñado, no dudaron en destrozarla. Ellos, los que se dicen demócratas, no acatan ley alguna y, para mayor escarnio, hablan del “dictador” que, comparado con esta chusma era un perfecto gracioso.
¿Qué es un dictador? Sencillamente, el que hace lo que le pasa por los cojones sin dar cuentas a nadie; justo es eso, lo que hacen los catalanes que, en cuestión de dictadura lo son en grado sumo. Celebraron un referéndum por su cuenta y riesgo a sabiendas de que estaba prohibido por la ley, por la Constitución de España, pero ellos lo llevaron a cabo. Prohibieron la fiesta de los toros adaptando el artículo treinta y tres, es decir, por mis cojones. Para colmo tienen un partido Socialista catalán en que su dirigente, además de tener gustos diferentes a los míos porque no le gustan las mujeres, -pobre hombre- se encargará de destruir al partido más emblemático de España. En España deberíamos de permitir a cualquiera que sea maricón, pero que sea mala persona, eso ya es gravísimo. O sea que, sin toros y sin el PSOE ¿a qué más podemos aspirar sin toros y sin el partido más emblemático de España?
Claro que, aquí hay una cuestión de honor, si yo fuera Pedro Balañá, el propietario de la plaza, el próximo domingo ya habría organizado una corrida de toros puesto que, le empara la ley. La ley que rige en toda España y, aunque estos cafres no quieran ser españoles, sería otra prueba de fuego para ver cómo encajaban el “golpe” los muy sádicos de la política.
Los políticos catalanes no quieren ser españoles por nada del mundo, cosa que me parece muy legítima, siempre y cuando no pidan nada a España; lo que no me parece bien es que atenten contra una fiesta en la que para ellos, el animal no pinta nada; no quieren toros porque sostienen que es una fiesta franquista; además de cafres, estúpidos como ellos solos. Eso sí, no quieren ser españoles, pero a la hora de pedir no sueltan la teta de España que es la que les alimenta y les da vida.
Recordémosles a esos progres catalanes que ahora rigen los destinos de Cataluña -porque la democracia es tan grande que, cuatro estúpidos, con media docena de votos cada uno se juntan y eliminan al que ha ganado unas elecciones- que en tiempos de Franco no se prohibía nada; hasta los maricones tenían su sitio en la sociedad, ahí estaba Rafael Conde “El Titi” que hacía las delicias de todo el mundo con sus cantares y sus piruetas sobre el escenario. Fijémonos que, Franco era tan generoso que hasta permitió que los catalanes fueran eso, catalanes, gentes nobles y trabajadoras a las que nada les podía faltar y de hecho así sucedió.
Como digo, El Tribunal Constitucional ha fallado a favor de los toros en Cataluña, nada más cierto. Y es ahí donde yo quiero ver a los demócratas, aceptando las leyes de un país. Pero, como explico, las leyes, las que sean, si no son del gusto de los mercachifles que gobiernan Cataluña se las pasan por el forro de sus cojones y no aceptan nada. Y encima, hablan de que España les somete y les veja; ya no digo la opinión que tenían de Franco que todos hemos podido ver lo que han hecho con su estatua. Por cierto, ¿se ha preguntado alguien que haría Felipe II en su reinado? Nadie se lo ha cuestionado y, al parecer, hay pruebas contundentes de que tampoco era lo que conocemos como un santo; pero no, eso está olvidado. Es más progresista destruir la memoria de Franco por aquello que lo tenemos más cercano en la historia. Claro que, esos dictadores de mierda, tan valientes ellos, si de repente, por las Ramblas barcelonesas vieran, aunque fuera el doble de Franco, el que hizo la película sobre su vida, en menos de cinco minutos inundaban los Pirineos corriendo despavoridos hacia Francia.
El día que en España tengamos un Gobierno consolidado, éste, ante todo, deberá de implantar la ley, es decir, que se cumplan las leyes en todo el estado español y, el que no las acate deben de encarcelarlo para toda la vida. Una democracia jamás será tal y mucho menos efectiva, si no hay unas leyes que la sustenten.
Como ha quedado demostrado, las leyes de España no cuentan para nada en Cataluña. Pese a todo ¿A qué esperará el señor Pedro Balañá para hablar con José Tomás y montar una corrida de toros en Barcelona? La ley de España ha fallado a favor de los toros. ¡Ánimo, don Pedro!
Foto: ABC.es
