Me lo cuenta un amigo desde Colombia y no doy crédito a lo que escucho, ¿o sí? Disturbios en la Santa María de Bogotá en el año de su reapertura. Disturbios generados por antitaurinos contra aficionados. Como dijo el propio alcalde de la ciudad: no vamos a permitir que nadie viole los derechos de los demás ciudadanos. Y la tauromaquia es un derecho, también en Colombia. Así lo especificó la Corte Constitucional. Teniendo en cuenta esto ¿qué debemos pensar de aquellos que atentan contra los derechos constitucionales de la ciudadanía? ¿Son mejores o peores personas que aquellos que disfrutamos con la tauromaquia? Ellos se consideran mejores, como cualquier otro terrorista se ha considerado siempre mejor que la policía que le persigue, que los ciudadanos que le rechazan. El ideal. Oh, el ideal ¿Cuánto vamos a tener que seguir sufriendo por eso que se denomina ideal y que en realidad no es más que la negación del otro, la imposición propia por la fuerza? Y digo terroristas porque eso es lo que son aquellas personas que ponen bombas incendiarias en el domicilio de un empresario taurino, como ya pasó en Francia, o que disparan por la noche contra aficionados. Terroristas los que acuden a un lugar de concentración con intención de disolver a la gente ellos mismos, simplemente porque el motivo de esa reunión no es de su agrado. Eso es terrorismo, también fascismo ¿Qué lecciones puede darnos alguien que actúa de esa manera? ¿Cómo ese alguien puede llegar a pensar que es mejor que nadie obrando como obra? Terroristas aquellos que se desean la muerte a quienes no piensan como ellos. Hoy podemos decir que el terrorismo antitaurino está ya institucionalizado y funciona como una organización internacional del terror.
Los aficionados podemos ya definir 2016 como el año en que definitivamente se nos puso en el punto de mira ¿Será el 2017 el año en que se nos dispare? Por ahora, sin que acabe enero, ya hemos sido apalizados en un espacio público. Empezamos a parecernos a una minoría perseguida, las barbas de nuestros semejantes ya están siendo cortadas y las voces del gobierno no terminan de convertirse en determinantes. No así las sentencias judiciales. Hasta ahora todas están dando la razón al aficionado taurino. Y eso duele a aquellos que entienden la justicia como una alidada de su ideología y que se la toman por su mano cuando ésta no les da la razón.
El animalismo ha perdido algo que hasta ahora parecía diferenciarlos, algo que era consustancial a su esencia: la ecología y el pacifismo. Pero vienen ya sucediendo cosas que demuestran que nada de eso es verdad. El lobo muestra su piel de cordero pero enseña los colmillos tan pronto tiene ocasión: por ideología insultan, apalean, censuran, queman bosques, apalizan y linchan.
Hoy, los hechos de Bogotá no son más que una muestra de lo que ya se está convirtiendo en tendencia. Salvar a los animales exige masacrar al ser humano, y hay gente dispuesta a ponerlo en práctica igual que hay quien está en disposición de matar por un dios o por una patria.