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Lázaro Echegaray  
  España [ 02/06/2017 ]  
CÓMO DEFENDER EL TOREO
Inicio estas reflexiones al hilo del artículo de nuestro director en el que comenta aspectos importantes que deberían convertirse en núcleo de debate y reflexión en la lucha por la defensa del toreo. No podemos eliminar los partidismos en la afición pues estos han sido de toda la vida y significan tanto a la tradición taurina como el trapío de los toros que se lidian. En referencia a éstos, sí que es necesario exigir ya alguna gesta a determinados toreros en pos del toro toro, por una parte y, por otra, romper con la idea de que la experiencia en la profesión se paga con el pasaporte a las corridas menos complicadas, idea que en este mundo es cultura. 

Lo escuchaba el otro día de boca de un locutor taurino. Hablaba de este o de aquel torero, que tras habérselas visto con lo más granado del ganado considerado duro, veía ahora que por la puerta de chiqueros le salían los toretes que matan los figurones y consideraba que ya se había ganado ese honor el diestro. Y uno, cuando escuchas esas cosas no puede dejar de pensar que estamos muy equivocados, que esto no va con las exigencias de los tiempos y que en el caso del toreo éstas influyen mucho debido al anacronismo que significa la fiesta. Los tiempos exigen, cuando la actividad que se realiza supone un alto reto, con peligro de la propia vida del oficiante,  espectáculos con emoción, emocionantes y emocionados. Lo leíamos y lo sentíamos el otro día cuando nos narraron la segunda gesta de Kilian Jornet, que tras subir al Everest él solo, sin oxígeno, y alcanzar un récord que casi se lo lleva por medio, se volvía a plantar a las faldas del gigante para volver a intentar la hazaña; apenas había pasado una semana desde la vez anterior. Jornet es un héroe y seguramente lo sea con toda las exigencias que impone el término. Es decir, ha emprendido un reto de lo más arriesgado, con peligro de muerte demostrado, lo ha alcanzado a duras penas y en una semana se ha vuelto a poner manos a la obra simplemente porque quiere superarse. Aquí no. Aquí  si una figura lograra mantenerse en lo alto de la profesión cincuenta años, terminaría matando becerras con el visto bueno de sus compañeros, que las reclamarían también para ellos. 

Uno lleva años esperando gestas que no llegan, que ya ni se plantean, que se prometen un día, y se olvidan al siguiente. Y vivimos convencidos de cuanto más bueno sea el oficiante más tontorrón y sencillo ha de ser el toro al que se enfrente. Así no se defiende el toreo, ni el toro. Así solo se defiende la vanidad de gente que quizás no tenga corazón para estar en este oficio. Y no digo yo que toreen lo más duro en todas las ferias ¿qué tal una gesta al año y en plazas de categoría?

Por otro lado estaba lo de los triunfos de esos toreros que toreando francamente regular a un toro francamente estropeado ya de crianza, reciben parabienes de su afición que ante todo quiere verle triunfar, con buen o con mal hacer. Sobre eso no se puede hacer nada. Los fanatismos son así y en España en algunas cuestiones, es imposible enmendarlo. Sucede en los toros y sucede en la política, como no podía ser otra forma. Ahí tenemos un partido político del que se sabe ya con total certeza que roba, que tiene condenados a un vicepresidente del gobierno, a un presidente de comunidad autónoma, a un presidente de diputación, a un consejero de la presidencia de la comunidad y lo que queda por saber, que sabemos que se sabrá. Se les siguen votando ¿Por qué razón? Porque son los míos y puestos a robar, prefiero que roben ellos. En el toreo pasa igual, se aplauden trapazos, fueras de cachos, toros escacharrados con el único objetivo de que sea su torero el que corte las orejas. El partidismo es uno de los grandes problemas de nuestro país. 

Y quizás por eso tenemos esas figuras que, digamoslo alto, no nos representan. Porque les dejamos que maten novilletes, porque les admitimos que pongan la estética por encima de la emoción – y mira que algunos son antiestéticos…-, porque vamos a las plazas donde torean con los pañuelos ya asomando por la manga de la chaqueta, porque nos revolcamos, disfrutando como gorrinos, en el barro de la prensa comprada, porque en definitiva, no nos hemos parado de verdad a plantearnos cuál es la forma más afectiva de defender al toreo, que es defender al toro. Porque queramos que no, los toreros son humanos, y llegando las mal dadas, no les faltan manos, pies y cabeza que los sustente, pero al toro y al toreo, ¿quién les va a sustentar? 
 
   
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