Entre San Fermín y hoy apenas media una semana. Bueno, en realidad hace una semana que terminó la feria. Fue una feria que el que escribe, como siempre, intentó contar de la forma más honesta posible. Aunque la honestidad no sea una nota común entre los informadores taurinos. Tampoco los oficiantes usan demasiado de ella y menos cuando creen que es posible suprimirla basándose en escusas o acusaciones. A poca gente le gusta ir a torear a un sitio donde media plaza está borracha y donde un nutrido elenco de bandas y orquestas pachangueras campa y toca a sus anchas. Se percibe que no se respeta el oficio de torero y de ahí se pasa al modelo: tú no me respetas, yo no soy honesto; asunto que a veces pasa. El problema, y no ya en Pamplona sino en todo el orbe taurino, es que son muchos los toreros, normalmente colocados en lo más alto, que prescinden de la honestidad y así lo exigen también a los periodistas que han de narrar sus gestas. Pero hete aquí que en ocasiones la plaza también se muestra poco honesta para con la fiesta. Esa falta de honestidad suele repercutir en los trofeos de los toreros, positivamente. Entonces a estos no les importa que la plaza no respete, que la gente esté borracha, que haya tocando tres orquestas a la vez mientras ellos están en sus lidias.
Cayetano Ordóñez, no el Niño de la Palma sino su biznieto, se presentaba por primera vez en Pamplona. Sé que un hecho tan sorprendente obedecía a un tema de familia, algún tipo de aniversario, conmemoración relacionada ya con Francisco Rivera Paquirri, ya con Antonio Ordóñez. No lo sé porque estas cosas terminan sentándome mal pues me da la sensación de que hay gente que aprovecha su estirpe para hacer del toreo un mundo a su medida. Podría darse el caso de que en ese aprovechamiento hubiera algo de honestidad. De hecho nunca se la ha criticado al Paquirri de hoy su presencia en Pamplona. La había ganado como cualquier otro torero y comparecía allí como cualquier otro torero que se atreviera. Francisco podía argumentar que aquella es la plaza donde su bisabuelo y abuelo y padre habían toreado tantas veces. Pero Cayetano no tuvo nunca antes el detalle de acordarse de esto, hasta este año.
Se le puso la corrida más ad hoc de las que pisaron el albero. La más tontaina, la más amiga, la más colaboradora, la menos presentada y aquí no me refiero al trapío, que cada encaste tiene el suyo y el del que mató él no es de los grandes, sino a la forma en que llegó la corrida armada, la más pobre de la feria y un toro que le tocó en suerte, el menos ofensivo. La corrida de Jandilla ha sido premiada con el Trofeo de la Feria del Toro, junto con Victoriano del Río. Es, en mi opinión, tratándose de la Feria del Toro, un premio inmerecido en manos de Jandilla que presentó una corrida que se movió sin ninguna emoción, que permitió estar a los toreros, que no se dejó ver en el caballo, que tuvo demasiada bondad, excesiva nobleza y en definitiva una corrida en la que el concepto del toro colaborador se hizo ver más que nunca. Se movió y ayudó a que hubiera éxitos pero estuvo absolutamente carente de emoción.
El diestro que nos ocupa no estuvo a la altura de las circunstancias. Ante una corrida como esa no se puede estar dudando, rectificando terrenos de forma insegura, mostrando posturas que aparentan pero que no llegan a ser lo que se pretende. Por ser vos quien sois, como dice el rezo, se le conceden dos orejas a Cayetano y ahora resulta que se plantea muy seriamente volver el próximo año, el fielato de Pamplona tampoco era para tanto.
En los carteles de este año se ha notado la presencia de la que es máxima figura del toreo hoy. Julián López había matado una sola corrida en la feria del año pasado, cuando acostumbraba a matar dos y desaparece en esta edición. Las corridas del Juli tenían en Pamplona el mismo problema que la de Cayetano, bajaban en exceso sobre el resto de presentaciones. Todo parecía indicar que su estatus de figura le permitía elegir lo que quería matar y en esas, que es lo normal, el diestro no pensó en ningún momento en la idiosincrasia de esa plaza sino en la suya propia. No sabemos si El Juli se ha bajado ya definitivamente del carro de Pamplona. Casi es más preocupante que sea Cayetano el que se suba ahora.
