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Uno de los aspectos interesantes de la memoria en el ser humano, es que cuando ocurre algo en la vida de esa persona, cualquier parecido que se conoce de algo similar, o que, se asemeja a lo que uno recuerda, llega con una fuerza increíble, y le permite recordar aspectos que, por lo negativo de esos recuerdos, uno creía haberlos superado y casi olvidado. A través de la rápida comunicación de los momentos actuales, llegué a leer varias noticias del mundo taurino -cosa que es en forma diaria que lo hago- y, una de ellas, hablaba con diferentes términos sobre la “Ley del Parlamento Balear”, que se refiere, al mundo del toro bravo. En ese instante, llegaron a mis recuerdos, como si estuviera metido en una gran cascada de ideas, todo aquello que vivimos los ecuatorianos, a partir de la malhadada consulta popular del 7 de mayo del 2011, fecha en la cual, luego de obtener los resultados de la ilegal e inconstitucional pregunta No 8, en 123 cantones de la República del Ecuador, se prohibieron los espectáculos taurinos a la usanza española, es decir, en ellos no se puede matar a los astados en la arena y, lamentablemente, uno de esos cantones fue Quito, donde existía la feria “Jesús del Gran Poder”, considerada durante años, como la mejor feria de América.
Cuando leo que se ha “descafeinado a la fiesta”; o que, se habla de “fraude de Ley”; o, que la Ley es “una mofa al intelecto humano”, estoy recordando muchas de las aseveraciones que el aficionado y el periodismo taurino ecuatoriano, decían todos los días, a través de todos los medios posibles y, sobre todo, de las redes sociales que, en esos días, se iniciaban en el país. Y, eso qué, aquí solo no se puede matar a los astados pero, en Baleares, parece que ni siquiera les permiten banderillar. O sea que, mutilaron a la fiesta en su totalidad. Han transcurrido ya seis años de esa nefasta fecha, y todos los miles de aficionados de “hueso colorado” a la mejor de las fiestas, todavía no conocen la forma en que se podría curar estar herida recibida, del gobierno izquierdistas de Rafael Correa que, gracias a Dios, salió del país y vive con su familia en Bélgica (con ocho guardaespaldas que le paga el pueblo ecuatoriano hasta mayo del 2018, a siete mil trescientos dólares mensuales cada uno), luego de haber hecho lo que le vino en gana, durante diez largos y tortuosos años de su mandato. Sin embargo, la llamada “Revolución Ciudadana del Socialismo del Siglo XXI” (nadie sabe aún a qué mismo se refiere políticamente), continúa en el país, con el presidente Lenín Moreno quien, está demostrando otra forma de gobernar, sin tanto odio como el anterior, y que, como todos ustedes conocen, se trata de un gran aficionado a la mejor de las fiestas.
Por esa razón, los aficionados taurinos ecuatorianos, están seguros que en algún momento, se abrirá alguna luz de esperanza, para tratar de salir de este atolladero y, al final de todo, se podrá concretar algo que permita que la Tauromaquia, vuelva a ser parte de la vida del toro bravo en toda su magnitud y, en todo el país, con la tranquilidad que se podía vivir antes, y que, no solo permitía, que las fiestas de las diferentes ciudades sean más hermosas y llenas de vida, sino que las distintas alcaldías tenían ingentes cantidades de dinero en sus arcas, como producto de los espectáculos taurinos. Ojalá pronto vengan días mejores.
En igual forma, confiamos a la distancia, que se logre alcanzar beneficiosos resultados a través de las gestiones que están realizando abogados españoles, porque parece ilógico, que en el sitio mismo, donde se inició la Tauromaquia hace tantos siglos, existan estos problemas que, son producto de las mafias de políticos de izquierda, que tienen enquistados a gente con escasa masa gris en su mente, o que, por su prepotencia y mediocridad, creen que todo lo saben y todo lo pueden; los mal llamados defensores de los animales; y, sobre todo, hablando de mi encantador país, ubicado en Sudamérica y en la mitad del mundo, los llamados “antitaurinos”, que no son sino roqueros baratos que pugnan por tener en sus manos drogas para embrutecer a los jóvenes y, además, pelean por conseguir “abortos seguros” (?). En otras palabras, la escoria de la humanidad. Ojalá, Dios que siempre ha sido taurino, se acuerde de todos los que amamos a este arte maravilloso y termine con estos focos de seres humanos, que son lo peor que existen en este mundo. Pero, en igual forma, somos los verdaderos aficionados a la mejor de las fiestas, quienes tenemos que luchar con todas las armas que nos permite la inteligencia, para ayudarlo. Que Dios reparta suerte.
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