Durante medio siglo, la Plaza de Toros Quito, albergó a quince mil aficionados en cada una de las corridas, durante la feria taurina “Jesús del Gran Poder”, habiéndosela considerado –incluso- como la mejor feria taurina de América. Sin embargo, a partir de la malhadada consulta popular del 7 de mayo del 2011, este hermoso escenario taurino, que daba lustre a la capital de todos los ecuatorianos, se ha venido a menos, ya que, ahora se conoce, que la utilizan muy eventualmente, cuando existen presentaciones de motos y vehículos grandes o, cuando existen concursos de tipo musical, para seleccionar a participantes en programas musicales televisivos.
Pero, sobre la verdadera finalidad de su construcción, el organizar en ella los festejos taurinos, nada de nada. Esto se debe, a que de acuerdo a los resultados, la pregunta No 8 de esa consulta no ganó en Quito y, por ello, se eliminó la muerte de los astados en la arena de la plaza, en 124 de los 222 cantones que tiene el país pues, en 98 cantones de ellos, ganó el Sí y, en ellos, se han podido mantener los festejos taurinos a la usanza española. Hace muy poco tiempo, se consiguió algo positivo en el campo de la tauromaquia cuando, pese a que los ediles quiteños son en su mayoría del Socialismo del Siglo XXI, no permitieron, con sus votos, que los roqueros llamados “Diablumas” eliminaran, definitivamente, los festejos taurinos pues, pese a que no existe el tercer tercio en los festejos que se cumplen en algunos de los cantones del país, estos “seres raros”, conjuntamente con los animalistas, solicitaron al cabildo capitalino, que votaran por su eliminación total.
Cuando uno pasa cerca del sector donde está ubicada la plaza de toros, uno añora esos maravillosos días de antaño pues, era cuando la libertad y el respeto a las personas, facilitaba totalmente, la asistencia a los festejos taurinos, que se realizaban a fines de noviembre y primeros días de diciembre de cada año, dejando millones de dólares de ingresos por impuestos al Cabildo capitalino; y, durante muchos años, a lo largo de las vacaciones en la sierra ecuatoriana (julio, agosto y septiembre), con la organización de las novilladas de la oportunidad, a cargo de una prestigiosa radiodifusora quiteña (Radio Tarqui) que, lamentablemente, también desapareció, con la funesta Ley de Comunicación, que está vigente, en este pequeño pero encantador país, en la mitad del mundo.
Existe actualmente en el centro antiguo de la ciudad de Quito, una pequeña plaza de toros municipal, que lleva por nombre “Plaza Belmonte”, con una capacidad para dos mil espectadores, y que la maneja durante el mes de noviembre - diciembre, el torero, ganadero y empresario taurino, Don José Luis Cobo. Allí, durante las horas de la noche, se realizan festejos taurinos –sin la muerte del animal en la arena-, pero con la participación de los toreros que han sido contratados, por él mismo, para la feria taurina en Latacunga, que este año se realizará el 24 y 25 de noviembre, con la participación de los matadores Enrique Ponce, Andrés Roca Rey, Antonio Ferrera, David Fandila “El Fandi” y, Sebastián Castella, quienes lidiarán astados de Huagrahuasi y Triana.
Dos plazas de toros en una ciudad como Quito, de dos millones y medio de habitantes que, casi el 50 % tiene una gran afición por la mejor de las fiestas, la fiesta brava pero, luego de la consulta popular, casi sin ninguna actividad. Y, si analizamos un poco, las estructuras de los dos escenarios taurinos, están deteriorándose conformen pasan las horas. La plaza Belmonte, creo que, mientras no signifique “mayor lucha por el bien de la tauromaquia”, puede continuar -disimuladamente-, durante algunos años más, permitiendo a los aficionados de “hueso colorado” que disfruten de su gran afición.
Mientras que, La Plaza de Toros Quito, mantiene en ascuas y con mucha incertidumbre a los aficionados pues, existen comentarios: unos dicen que dejará de ser un escenario taurino, para dar paso a la construcción de oficinas, centros comerciales o departamentos de vivienda que, a los señores Salazar, dueños del inmueble, les dejaría mucho dinero; y, pocos son los comentarios, que se refieren a mantenerla hasta que alguna ley, deje sin efecto lo que ocurre actualmente. Por esa misma razón, creo que es hora, de conocer si en realidad, en los dos hermanos Salazar que, además son propietarios de dos ganaderías de reses bravas, tienen o no afición. Confiemos que ojalá ocurra lo mejor, en beneficio del mundo del toro bravo. Que Dios reparta suerte.
Fotos: Alberto Suárez
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