Cada vez se nota más el cemento de las plazas de toros durante los festejos, sencillamente porque no hay aficionados que lo cubran, lo peor es que las malas entradas se han convertido en un hecho cotidiano.
El fin de semana antepasado, se realizaron dos novilladas en la plaza México, el sábado 30 de septiembre con la peor entrada en los 70 años de vida del coso, había unos cuantos, al día siguiente no mejoró mucho el panorama, el pasado domingo, tampoco.
En el centro caballar Los Azulejos, Estado de México, recientemente se realizó un serial de corridas de toros, con diestros que pretende sacar la cabeza en su profesión, la apatía de aficionados fue notoria.
En Apizaco se llevó a cabo una corrida el primer día del presente mes. El cartel tenía su gracia, inclusive con un rejoneador español con cierta fama, el encierro estuvo bien presentado fue desencajonado públicamente unos días antes de la corrida. La entrada dejó mucho que desear.
Deben regresar al público a las plazas
Ocasionalmente se llena alguna plaza del país, sobre todo en ferias, no faltan aquellos que gritan que la fiesta vive un gran momento, que estamos en auge. ¡Falso!
La tauromaquia mexicana vive sus peores momentos. La fiesta está en crisis.
Se está cosechando lo que se sembró. Tantos engaños destrozaron la confianza de la afición, tanto dar gato por liebre, o novillo por toro, trajo como resultado la poca asistencia, ahora se pagan las consecuencias, predomina la indiferencia de los aficionados.
La única forma de regresar al público a las plazas es la autenticidad. Quizá hacer lo que se hizo en Apizaco, desencajonar los toros a la vista del público puede ser la solución; evidentemente, la gente no asistirá inmediatamente a la primera, hay que bregar.
No hay un solo torero mexicano que sea capaz de llevar la gente al tendido, es buen momento de que el toro vuelva a ser el protagonista de la fiesta, que regrese el toro con trapío, con edad, con peligro, en lugar de los animalitos engordados, bobos, dóciles, incapaces de provocar emoción.
El proceso de echar fuera al público fue paulatino, así será el regreso.
Las plazas vacías
La televisión es otro auxilio para que los tendidos dejen de estar vacíos. Si los toros se echan a los ruedos bien presentados no hay de que avergonzarse, bien podrían televisarse las corridas.
Un ejemplo claro de lo que hace la tele sucedió en el box. Las arenas estuvieron vacías, casi desaparece el boxeo profesional casero. Sólo había interés por peleas de las grandes bolsas de dinero, promocionadas por las televisoras. Cuando la televisión se metió en serio el deporte de los puñetazos éste recobró interés, ahora las empresas tienen sus propios púgiles, como les interesa ganar dinero se televisan simultáneamente las peleas en canales antagónicos.
Desde hace muchos años la televisión abierta salió de las plazas de toros, actualmente sólo se transmiten por la caja electrónica algunas corridas del coso capitalino por un canal de paga, esa forma tan exclusiva de transmitir ha restado popularidad a la tauromaquia.
Las dificultades no sólo son los patrocinadores, que tiene poca fe en un espectáculo al que no asiste la gente, son los propios toreros quienes obstaculizan que se transmitan las corridas, quizá les dé pena salir en la tele o no se ponen de acuerdo del porcentaje de utilidad, en lugar de compartir entre ellos, prefieren quedarse con el cien por ciento de nada.
Lo que no está en la tele no existe, frase que se repite entre los publicistas. Y mientras la fiesta de los toros no regrese a la televisión abierta, seguirá predominando el cemento en los tendidos, seguirán las plazas vacías.
Fotos Jaime Oaxaca.