Hace unos días fueron dados conocer los primeros carteles para la temporada a efectuarse en la plaza México.
La decepción fue general.
Absolutamente a nadie le gustan las parodias taurinas, los simulacros en el ruedo, las faenas repetitivas e insípidas como si fueran de salón, realizadas con indefensos animalitos bobos e inexpresivos.
Ver anunciadas dehesas como Teófilo Gómez y Julio Delgado es como una mentada de madre al concepto fiesta brava.
Los muñecos de ventrículo repartidos en diversos medios de comunicación ya pregonan que todo es maravilloso, que será la mejor temporada de la historia y que los aficionados deben estar agradecidos por los esfuerzos de la empresa. Diría Catón: háganme el refabrón cabor.
¿Ahora quién cargara?
Francamente los Teofis y los Julitos desilusionan a cualquiera que le entiende a este asunto. Sin ser brujo se adivina que el espectáculo no será fiesta brava, será fiesta boba. Como ya se realizan novilladas sin picadores en La México, con esos bobos bovinos serán corridas sin picadores… prácticamente.
Por supuesto que esos bomboncitos escasos de trapío, diminutas cornamentas y sangre de atole, no serán, por ejemplo, para Antonio Romero para resarcirle de la cornada que le infirió un bravo Piedras Negras el pasado marzo, no, ni remotamente. Y qué bueno porque al zacatecano le gusta sentirse torero, no bufón.
Cualquier persona sensata supondría que los toritos mermados de bravura son para toreros incipientes con poca vida profesional.
Error.
Serán para dos diestros españoles, experimentados, con aureola de figura del toreo. Uno, fino, artista, elegante, y poderoso, se llama Enrique Ponce. El otro es El Juli, poderoso, llamado el Mozart del toreo, un torero de época, dicen sus apologistas. La especialidad de Julián López es salirse de cacho cuando ejecuta la suerte de matar.
Cada año, esas dehesas junto con los Fermanditos, los Juliancitos, los Bernalditos y otras, hacen una temporada aburrida, sólo festejada por los paleros repartidos en los medios de comunicación, esos que suelen llamar amargados a quienes vierten un punto de vista diferente a sus alabanzas.
Reaparece Julio Delgado
Alguien podría explicar razonablemente la ausencia de la ganadería de Piedras Negras, esa dehesa que pace en Tlaxcala, fundada en 1874, que tuvo un categórico triunfo en el coso capitalino en marzo de este año. El propietario de la divisa negra y roja mandó seis toros, todos fueron ovacionados por su presencia, cinco de ellos aplaudidos en el arrastre por su juego; cuatro del hato peleó en el caballo.
No existe una razón lógica para que Piedras Negras esté ausente en la temporada.
Se imagina usted al Juli y a Adame matando seis de Piedras el día de la inauguración. Visualice la emoción que habría en el ruedo, los toreros demostrando que, efectivamente, son toreros; los piedrenegrinos bravos o mansos, pero no bobos.
A Quique Ponce lo ponen con Julitos y Teofis. No sería de extrañar que a un chivo, el de Chiva le cuaje algunos pases, los cronistas se emocionarán cuando aquél ejecute las quiquinas, esa fea suerte que sólo se les hace a los bovinos de carretilla.
Curiosamente Joselito Adame se cobija en ambos carteles.
La tauromafia, el maldito sistema, impide ver figuras con toros bravos, agréguele usted la sumisión de los empresarios mexicanos que se arrodillan ante los diestros hispanos.
La fiesta mexicana no está cuerda, es manejada por un grupo insensato que quieren convertirla en un espectáculo incruento, exenta de peligro, carente de riesgo, ausente de emoción. Con la inclusión de las dehesas mencionadas se le da otra estocada, está temporada habrá muchas parodias, para eso son los bobos bovinos.
Foto 1: Internet. Foto 2: Jaime Oaxaca.