Dos noticias de la semana sobre tauromaquia. La muerte de Miguel Espinosa ‘Armillita’ y la concesión a Enrique Ponce del Premio Nacional de Tauromaquia. Armillita ha muerto joven, en Aguascalientes. Dejó lecciones de tauromaquia y enseñó la forma en la que se debe ser torero. Descanse en paz. En lo referente a Enrique Ponce, la noticia genera dos puntos de alegría al aficionado. Por un lado la importancia de que exista, siga existiendo, un premio como éste y, por el otro, el convencimiento del acuerdo general de los aficionados taurinos con el premiado con el galardón.
El Premio Nacional de Tauromaquia fue creado en el año 2011 tras la regulación de los Premios Nacionales de Cultura como una iniciativa de fomento de la tauromaquia, según dice la web del Ministerio de Educación. Se inscribe por tanto dentro del Plan Pentauro de defensa y protección de la tauromaquia. Han sido galardonados Paco Ojeda, Canito, la Escuela de Tauromaquia Marcial Lalanda de Madrid, Victorino Martín Andrés y Enrique Ponce. Alegra que existan este tipo de premios y galardones aunque solamente sirvan para recordar al aficionado y a los profesionales que la tauromaquia se encuentra entre las Bellas Artes y que así lo considera nuestro Estado. Por otro lado, no existen sospechas ni malas impresiones sobre los premiados, cada uno de ellos ha supuesto un hito importante en la historia de la fiesta taurina actual y se ha tenido la delicadeza de no premiar solo a oficiantes sino a personas relacionadas con todas las facetas de la fiesta. Se evitarán así sucesos tan desagradables como los sucedidos antaño con la Medalla de Oro al mérito en las Bellas Artes donde principalmente pudimos ver la escasa altitud de miras del jurado y las rencillas que corren por las venas del mundillo taurino. Algo, como digo, muy desagradable y muy poco recomendable para la fiesta.
Con el premio a Enrique Ponce, que ya había recibido la Medalla de Oro al Mérito de las Bellas Artes, se premia una temporada, pero también una forma de entender el toreo, de expresarlo y de vivir en la tauromaquia. Es un premio que será bien aceptado por el aficionado pues aunque todos tengamos nuestro punto de vista sobre la tauromaquia del de Chiva, ¿quién no se contenta con su nombramiento? Y es que tanto desde posiciones favorables como contrarias ¿quién no ha disfrutado alguna vez con la tauromaquia de Ponce? Digamos más, ¿quién no ha disfrutado en más de una ocasión, en incontables ocasiones? Ponce tiene esa forma de hacer que resulta un misterio para todos y que solo él comprende. En la retina de todos hay faenas de Ponce para la eternidad. Hace fácil lo difícil y vende el toreo como un auténtico arte. Porque a parte de todo lo que tiene que ver son su técnica, hay que hablar de su clase, de sus formas, de la estética tan importante siempre pero imprescindible en esto días en los que la apariencia importa más que el propio conocimiento de la profesión. Todo ello estaba en Ponce. Pero además el maestro se ha despachado con una temporada de esas que podrían hacer época y a quien más y a quien menos se nos han puesto los dientes largos por no haberle podido ver en las diferentes ocasiones de éxito que ha tenido durante la temporada recién terminada.
Es muy importante que haya un movimiento desde el gobierno para que el Estado premie a la tauromaquia. Interesante que acciones como ésta se desarrollen independientemente del gobierno de turno. No obstante, cuándo llegará la hora en que a la tauromaquia se le dote de una academia como la que gozan el resto de las bellas artes. En un momento en que el ataque a la tauromaquia se ha convertido ya en late motive de muchas organizaciones, toda ayuda que relacione el toreo con el arte, con el patrimonio artístico del Estado y de la humanidad se hace imprescindibles. Hechos del pasado, como concesiones de galardones por nadie comprendidas, toreros despreciando el trofeo que el Estado les concedía y desvirtuando así el premio en cuestión, no ayudaron mucho en otros tiempos. Pero es hora de demostrar también que se ha pasado página, que todos hemos sido capaces de agachar un poco la cabeza y comprender que aunque ya la tauromaquia no es ese espectáculo umbilical que fue, sigue teniendo una importancia y una aceptación que se demuestra en los aforos de las plazas de toros.
