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CERCA DE UN SIGLO EN EL PERIODISMO |
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Dicen quienes estudian las estadísticas, que apenas un 0,001 % de la humanidad llegan a los cien años y, si alguien con una gran capacidad intelectual se dedica al periodismo puro, lleno de ética y de principios, creo que hay que destacarlo. Y, más aún, cuando me ha tocado vivir cerca de él y conocerlo en sus actividades profesionales y familiares, ya que, se trata de Don Luis Romo Dávila, ciudadano ecuatoriano, nacido en 1914, en la ciudad de Tulcán, provincia del Carchi, quien se casó con la dama, ya desaparecida, Doña Beatriz Eugenia Proaño, con quien procreó seis hijos. Murió el 24 de enero del año en curso, poco antes de cumplir 104 años de edad, luego de una fructífera vida y, además, era el último de mis tíos con vida.Don Luis Romo Dávila y su esposa. Foto archivo familiar A comienzos del siglo XX, se formó en las letras, habiendo sido uno de preclaros periodistas ecuatorianos de la época, cuando todavía no existía en el país, ninguna facultad de periodismo y, cuando quienes realizaban su trabajo profesional solamente lo hacían en periódicos escritos y radiodifusoras, que eran los únicos medios de comunicación existentes. Eran personas con enorme vocación, y que tenían que enviar su mensaje al resto de conciudadanos, siempre pensando en la verdad y en la honestidad en su actividad profesional. Fue uno de los primeros profesores de periodismo en la Universidad Central del Ecuador y, a más de haberle dedicado gran parte de su larga vida a escribir en diversos diarios de la localidad como Diario El Día, Diario El Ecuador, entre otros, se dedicó también a escribir poemas, en lo que se llamó “La poesía carchense” y, en los momentos de ocio, a tocar hermosas melodías en su piano.
Yo estuve muy cerca de él, ya que, luego de la muerte de mi padre en el año 1960, él fue mi representante en todo lo que yo inicié en el campo educativo y profesional como ingeniero y periodista. Sin embargo, nunca estuvo cerca de la fiesta brava pero, eso sí, siempre la respetó, como deberían hacerlo todos quienes se consideran gente de bien. Cuando conoció mi ingreso al portal taurino español OyT, se sintió muy alegre y me felicitaba por ello. Cuando hablaba con él, que era –prácticamente- todos los días, se acordaba de noticias taurinas que había leído y, me preguntaba qué era lo que querían decir “taurinamente hablando” alguna expresión que no la comprendía. Cuando su curiosidad acababa, emitía criterios muy importantes sobre lo que yo le había dicho. Eso era producto de su gran capacidad e inteligencia.
Siempre creyó en el respeto, la libertad, los valores morales, la ética periodística, y mucho, en la lealtad de la gente. Vivió en una época en la que esa filosofía de vida era casi natural, con las excepciones del caso; y, por ello, vivía molesto por lo que tuvo que mirar durante sus últimos años de vida, donde los valores y su forma de vivir, habían desaparecido. En la consulta popular del 2011, por su edad no votó pero, siempre me decía que no se debió haber llegado a la desaparición de la fiesta taurina “Jesús del Gran Poder”, que tanta alegría llevaba a la ciudad de Quito. Sin embargo, había ciudadanos que se hacían llamar periodistas, que todos sabemos que estaban lejos de serlo pues, todo lo que decían eran mentiras o, verdades a medias, que llegaban más a un sensacionalismo barato, porque se veían intereses creados en lo que decían, por lo que, la información –claramente- era sesgada.
Ventajosamente, quienes lo conocieron en su actividad profesional y personal, nunca dejaron de admirarle por su gran capacidad, preparación y forma clara de mirar y decir las cosas, por duras que sean. Estoy seguro que, si se hubiera dedicado al periodismo taurino, hubiera sido uno de los más destacados, por su visión tan clara de mirar las cosas. Se ha ido, mi querido ñaño Lucho (como yo le decía cariñosamente a mi tío), dejando un vacío difícil de llenar. Que Dios lo tenga en su gloria.
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