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Leyendo con enorme interés el comentario de nuestro Director Antolín Castro “LA LIDIA… ALGO MÁS QUE UNA MULETA” que, si no me equivoco, fue el titular de su magistral conferencia junto a Javier Castaño, Tito Sandoval y David Adalid (torero, picador y banderillero), en uno de sus magníficos párrafos dice: “Otro argumento de mi exposición hablada se basaba en la desaparición del director de lidia. ¿Qué papel puede tener si la lidia plena se convierte en puro trámite?”, me voy a permitir, escribir algo de este personaje en una corrida de toros, aunque puedo equivocarme en mis afirmaciones.
Es muy difícil dar un concepto mismo de las funciones de un Director de Lidia pero, tomando algunos criterios de varios aficionados, a continuación coloco aquel, que más me ha llenado, por lo que tengo que analizar y decir. “El puesto de director de lidia se le asigna al torero más antiguo, considerando la fecha en que tomó la alternativa. Tiene como misión, que la lidia, en el ruedo, transcurra con normalidad, según los cánones establecidos. Si el presidente es la máxima autoridad en la plaza, el director de lidia lo es en el ruedo, siendo muy importante en el tercio de varas, ya que deberá ponerse en el centro del ruedo, para hacer el quite si es necesario y, si el toro lo permite pues, a veces el toro luego de un solo puyazo pierde mucha fuerza. Por lo tanto, inicia el quite después del torero al que le toca el toro”.
Para los aficionados de antaño, como es mi caso, una de las partes hermosas de la corrida, ha sido siempre, mirar lo que realiza en la plaza el Director de Lidia. En algunas ocasiones, se admira la capacidad y el conocimiento del torero más antiguo de la terna pero, en otras ocasiones, son simplemente “mirones” de lo que hacen sus compañeros y, seguramente por desconocimiento, nada más hacen.
Antolín, tiene toda la razón en la afirmación que ha realizado en su charla magistral. Ya que, casi no se puede observar nada nuevo o, por lo menos, aquello que antes si se veía, como misión del torero más antiguo. Recuerdo que hace unos seis años, el maestro Luis Francisco Esplá, actuó en la ciudad de Ambato y, no solamente por sus grandes faenas fue ovacionado, sino sobre todo, por la gran dirección de lidia que “enseñó” en esa tarde.
Su ubicación, las órdenes a los subalternos para que cumplan en mejor forma su cometido y, lo alerta que estaba en cada momento, siempre cerca al torero de turno y, en igual forma, del cornúpeta, para saltar al ruedo si fuera necesario. Y si a todo esto, escuchábamos los consejos a sus compañeros alternantes, producto del conocimiento y su propia experiencia, era un aspecto maravilloso, de este maravilloso arte – aunque sea redundante -. Gracias Antolín por enseñarnos la verdad del toreo y, lo que la mayoría de los aficionados, pasamos por alto.
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