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Mis dos grandes pasiones, los caballos y los toros.
El próximo dos de mayo se celebra el día de los Caballos del Vino en Caravaca de la Cruz. Siempre he pensado que el toreo y los caballos del vino tienen ciertas similitudes.
Los caballos del vino son un alarde de fantasía y simbolismo en el que se da culto a la fuerza, al valor y a la belleza de los sentidos. El historiador Don Pedro Ballester Lorca los define: “la Fiesta de los Caballos del Vino es un festejo único, insólito y pasional”.
Un ejemplar del Caballo del Vino Tras muchos años de ver, conocer, vivir, sentir, escuchar a los más sabios y estudiar ambos espectáculos, he llegado a la conclusión de la similitud entre el Arte de Cúchares y el Festejo de los Caballos del Vino, porque en ambos se une la tradición, la cultura, la pasión, el arte, la verdad, el sentimiento y el rito.
Dos festejos Pasionales y extraordinarios por su belleza, aquellos que conocen y viven estos dos mundos tan diferentes y tan iguales a la vez quedan embriagados de ellos, culto a dos de los animales más bellos y nobles; el Caballo y el Toro bravo que hacen de estos dos festejos algo único.
El caballo del Vino es el único animal enjaezado en seda bordada en oro y plata, al igual que el torero es el único hombre que se viste de seda en oro o plata, bordada por manos artesanas que encierran sueños e ilusiones.
Los responsables de vestir al caballo, como si fuesen el mozo de espadas, colocan, en una silla, cuidadosamente cada pieza en orden, repasando para que no falte nada a última hora, esperando el momento de ser lucidos, todo ello llevado a cabo con tradición e ilusión. Cuando con las primeras luces del alba, las piezas empiezan a ser colocadas en el caballo; Atarres, Pecho, Crineras, Bolas, Mantas, Brion, Cascabeleras. Cada pieza tiene su espacio y el ajuste tiene que ser perfecto. Es como el momento en el que el torero, en este caso con la luz de la tarde y en una habitación de hotel empieza vestirse de luces; Medias, Taleguilla, Manoletinas, Camisa, Chaleco, Castañeta, Pañoleta… todo ello con un orden, con una tradición y unos cánones
A este ritual, rodeado de misticismo, no accede todo el mundo, se hace en silencio o hablando suavemente para serenar y espantar los miedos.
La transformación del caballo, ya vestido de seda y oro, es extraordinaria y como el torero, se convertirá en el centro de atención de miles de miradas que lo esperan con entusiasmo.
Los caballistas, también tienen gran similitud con los toreros: Un duro y largo entrenamiento durante el invierno, y disciplina. Noches soñando ser el triunfador del enjaezamiento y de la carrera. Noches de insomnio comidos por el miedo, la incertidumbre y la responsabilidad.
Y, llega el momento del paseíllo, (el caballista al igual que el torero tiene la mirada perdida, está ausente, en silencio, concentrado y retando con la mirada a sus oponentes), el caballista por las calles de Caravaca, con el pañuelo rojo anudado al cuello y apretada la faja, momento de acordarse de los amigos, familiares y de todos los santos, rodeado de miles de personas alegres y que vienen a divertirse, pero en soledad, en su mundo, como el torero que cruza el albero de una plaza de toros, liado en su capote de paseo pero sintiendo la soledad del momento, la tensa calma, el silencio entre los aplausos y algarabía de los tendidos. El momento tan esperado está por llegar, se rompe el paseíllo las cuadrillas se colocan en su lugar, las peñas desaparecen de la calle y se concentran al inicio de la cuesta. Llega la soledad, el torero, en su burladero solo, esperando clarines y timbales, el caballista junto a sus tres compañeros esperando el “puede iniciar la carrera el caballo……”. Momentos en el que la tensión y los nervios están a flor de piel.
Sale el toro, desaparece la tensión, los nervios y el miedo. Aparece el valor, el arte... sale todo fluido porque el toreo encierra ese misterio del sentimiento y pasión… Se escucha “caballo en carrera” y la fuerza del caballo y el caballista se une y explota en su máxima expresión, desaparecen las tensiones y los miedos, pasión, fuerza y tradición se juntan en esos breves segundos de carrera.
Admirados son los caballistas por miles de personas que jalean las carreras desde “los tendidos” de la cuesta del castillo. La faena está en su culmen el torero entregado y expresando su sentimiento cual caballista al terminar la cuesta, recibe la ovación de miles de personas, ”carrera válida” y unos pocos segundos son el triunfo de los caballistas y unos pocos lances cargados de sentimiento, los máximos trofeos y la puerta grande el triunfo del torero.
Terminado este momento toreros y caballistas ya sueñan con la próxima faena, la próxima tarde y el próximo 2 de mayo en Caravaca; me dicen que esos nervios, miedo y tensión merecen la pena vivirlos. Por lo que el ser torero al igual que ser Caballista es un sentimiento que nace de lo más profundo de sus raíces y de nuestra cultura.
El Toreo y Caballos del Vino, mis dos pasiones. Dos mundos paralelos, cargados de similitudes, pasión, fuerza, sentimiento, tradición, verdad, arte y belleza. |
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