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Ego te absolvo a peccatis tuis.
Sentencia hoy sinónima para con la tauromaquia dictada por el Maestro Diego Urdiales.
Y llegó el Maestro Urdiales... Foto: Andrew Moore Ha horadado la puerta grande por antonomasia, la del candado oxidado, la de Las Ventas. La puerta que ya traspasada tatúa tu identidad en su piel neomudejar. La puerta que transporta tu ser hacia una consciencia colectiva.
Se ha devuelto la esperanza a corazones añejos, se le ha tendido la palma de la mano a la trascendencia y con la yema de los dedos se ha tocado el gran poder. Urdiales entró en su profunda dimensión, en su planeta, en ese espacio en el que rozarse con el pitón de un Victorino es señal de orgullo y torería, en esa vitalidad lacrimal y aterradora ubicada en el pitón contrario, en la levitación sólida y la piel de plomo, en la cara de un Fuente Ymbro que detrás de una mirada retadora esconde sumisión y pleitesía. A los lares en los que Diego Urdiales es el hacedor de arte.
Creando en ambas faenas un agujero blanco que de tanto temblar engendra semejante profundidad que nos permite caer suavemente sobre una espuma clara y honda, descendiendo hasta nuestro ser más intimo y elevándonos con nuestros más sentidos pensamientos, asidos muy fuerte a nuestros seres queridos que un día dejaron de pisar el suelo que nosotros seguimos pisando, sobredimensionando nuestras identidades, confiando en la vida agarrados a los brazos de Dante Diego Urdiales que nos lleva de paseo hacia lo más recóndito de nuestro ser.
Trascendiendo gracias a esta disciplina artística que es el Toreo a la eternidad. El Maestro Diego Urdiales es nuestro Cicerone, aquél ser humano dominador que de la mano nos da un paseo por nuestro Olimpo personal. Un catalizador trascendental capaz de hacer de un diámetro medido un agujero en el tiempo y el espacio. Cuando torea el Maestro Diego Urdiales toreamos todos y cuando se juega la vida el Maestro Diego Urdiales nos la jugamos todos. Hasta ese punto llega el egoísmo de un torero tan grande y excelso. Hasta exigir que seamos cómplices de su obra. El nos necesita tanto como nosotros a el. La dependencia es tan brutal y sincera como el hecho de probar empíricamente que una y mil lágrimas brotan en el tendido a causa del movimiento medido, la muleta larga y tendida, el diablo enroscado, lanzado vacío y vencido y obligado a sufrir el mismo castigo. El toro ya es Prometeo en esta catarsis única.
Es el tótem-toro el que manda siempre en el círculo y Retama lo hizo dando muestras de carencia de fuerzas y querencias poco bravas. Eolo sopló en todos los espacios menos uno, en el que el Maestro plantó su poder y a fuerza de raza, amor hacia el toro, atracción al abismo y actos arrolladoramente toreros le arrebató la supremacía matándolo de una estocada rotunda de acto y lenta de facto. Hurón campó a sus anchas con un ojo en el lomo imantado a una energía que tenía cerca pero le obviaba… Una vez se encontraron en el mismo diámetro toro y torero el tanteo por ambos pitones, un derechazo para medir la profundidad desde la que debía comenzar a cavar, los naturales espuma blanca, oxígeno para el alma, aire, el gobierno hecho toreo, la justicia sin vendas, el imperio de lo trascendental recreado en movimientos enroscados a la altura de la ley del padre, los vuelos al aire recreando la caricia de una madre, embestidas vaciadas que dicen adiós a un hermano y la ligazón rogando al amor que vuelva.
Una vida entera en siete minutos que serán años en los que fueron capaces de abrir su corazón al Maestro humilde y sabio que eternamente querrá enseñarte a torear. |
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