Como un cadáver insepulto, queda en nuestra memoria taurina, lo que ha sido esta feria que terminó la ya noche de San Silvestre con una corrida de pena embarcada en la otrora importante ganadería bogotana de Mondoñedo.
Para no pasar por ave carroñera, comenzaremos anotando lo poco rescatable de esta 61 edición de la Feria Taurina de Cali:
La buena presentación de la novillada de los Senores Rocha “Achuryviejo”.
La “aceptable” presentación de 5 toros del Doctor Ernesto Gutiérrez.
El muy buen desempeño del toro Boticario de la ganadería de Gutiérrez.
El profesionalismo y buen gusto de Ferrera, Castella y Bolívar.
Pinceladas de Ginés Marín, oficio de Emilio de Justo y Sergio Flores.
Alegría y transmisión de Colombo y clase de Juán de Castilla.
Si hay alguna omisión, desde ya pedimos disculpas.
Lo demás es un catálogo de soberbia, de falta de profesionalismo y de afición por parte de la empresa.
Una falta de vergüenza de los ganaderos colombianos a los que poco o nada les importa los resultados de sus toros en las plazas, pues sea como sea, tienen asegurados los cupos y cuentan además con pseudo periodistas taurinos que les hacen la pelota.
Unos públicos sin criterio de ninguna clase, que aplauden como borregos cualquier pavada. Pero ojo: que ya se están aburriendo y están abandonando la plaza de manera alarmante.
Salento, Guachicono, Juan Bernardo Caicedo que llegó a la cota más alta con nueve toros mansos de libro y de presentación deficiente y finalmente Mondoñedo; no dejaron más que mal sabor por su mansedumbre.
La Fiesta necesita un cambio y es ahora o nunca en esta tierra que algún día fue tierra de toros y de afición importante. Pero ese cambio desde aquí lo vemos difícil. Los que ostentan el poder en nuestro pequeñísimo mundo del toro, no sueltan la batuta. Se les acabaría el juguete que heredaron.
No son los anti taurinos los que nos van a acabar de enterrar. Son los taurinos desde nuestro propio patio los que se están encargando de cargarse la Fiesta.
QUE DIOS REPARTA SUERTE.