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Visite nuestra ficha del festejo. Mucho se ha escrito, desde hace un buen tiempo, sobre los personajes que
tenemos por figuras del toreo y sus efectos para la fiesta brava. Pablo Hermosos,
Ponces, y Julis, todos se aproximan a toda velocidad a los treinta años de
actividad profesional. No serán eternos, aunque a algunos, comenzando por ellos
mismos, les cueste creerlo, e insistan con sus imposiciones y comodidades. En
esta ocasión, para la primera corrida del aniversario 73 del gran coso, se programó
un cartel de contemporáneos jóvenes, en plenitud y en situaciones diferentes,
que además de ofrecer una bocanada de aire fresco a la fiesta, salieron a
dejarlo todo. El único en sitio del dueño de la fiesta, de cimiento y columna, de pilar
de la fiesta fue Diego Ventura. Sin
duda el rejoneador más importante de la actualidad. Lidió dos toros mal
presentados de El Vergel. Además de lo pobres de trapío, fueron toros
sumamente anodinos, sosos, y sin transmisión. Al primero lo rescataban sus
ciertas intenciones de arrancarse al caballo y apretar de cuando en cuando, sin
embargo fue Ventura el que consiguió grandes momentos aprovechando ese trote
cansino. Sobresalió el toreo al estribo, a dos pistas, y un soberbio quiebro
andando hacia atrás. Tuvo muchos problemas para matar al toro, y escuchó palmas
tras un aviso. El abreplaza se llamó Ventoso
–n. 412, 510 kg. –. El quinto fue un toro muy mal presentado, protestado, y
manso de solemnidad llamado Conocido –n.
429, 539 kg. –, con el que no ocurrió nada más que una sonora rechifla al
terminar su lidia. Era el momento de apretarle el changarro a Pablo, y no lo
logró.  Foto: Ventura por México A pie, la parte de la corrida de Montecristo. Seis toros que
cumplieron de presencia y que en cuanto al juego, aunque desiguales, se dejaron
meter mano en términos generales. Ningún dechado de nada, ni toros de bandera,
pero sí una corrida con posibilidades de triunfo. Afortunadamente, los tres
espadas de a pie pudieron mostrarnos un abanico de sus tauromaquias, sobre todo
durante la primera parte de la corrida. Desafortunadamente, séptimo y octavo
fueron los peores de la tarde.
Joselito Adame partía como el obligado a refrendar y a
justificar su sitio. Alguien, además, le mandó un nutrido grupo de
reventadores, allá por el segundo tendido de sombra a la altura de la
contraporra, que no pararon de molestarlo toda la tarde. Mucho se ha hablado de
Joselito, aquí y en otras muchas, muchísimas tribunas, y no particularmente en
los mejores términos. Podrá considerársele figura del toreo o no, y mil
argumentos habrán, pero no cabe duda de que es el torero más importante de la
baraja taurina mexicana desde su formidable irrupción en el 2013 y 2014. Desde
entonces se ha mantenido en ese sitio con notables y desconcertantes altibajos. En esta ocasión había dos opciones, o permitirle a los reventadores que le
echaran la plaza encima, o agarrar su muleta y cerrar bocas. Felizmente la raza
de Joselito le permitió la segunda opción, así como su oficio y su valor. No
obstante, Adame aún parece un torero indefinido, que lo mismo torea con un
estupendo concepto, que se acelera y hace cosas para la galería. Así fue en su
faena al primero, Agradecido –n. 100,
526 kg. –, un toro con un inicio muy frío, descompuesto y deslucido, pero que
rompió a bueno. El hidrocálido le pegó sendas tandas de naturales, y un par de
series de derechazos estupendas a partir de la segunda parte de la faena. Templado,
despacio, vertical, ajustado, verdaderamente sobresaliente. Después estuvo un
poco acelerado, pero muy torero. Partió al de Montecristo de un soberbio
espadazo y cortó dos orejas muy flojitas cortesía de Jorge Ramos. Debió ser una oreja de peso.  Foto: @LaPlazaMéxico Había que rematar la tarde ante la insistencia de los reventadores. Colorín –n. 77, 556 kg. –, sin embargo,
parecía tener otros planes. De salida fue un toro con movilidad, que permitió a
Joselito sus (horribles) zapopinas sobre pies. Con la muleta, lo mismo pero con
sosería y deslucimiento. Aposto entonces Adame por echar el paso adelante y
pegarse un arrimón de aquellos. Uno serio, emocionante, de valor a toda prueba,
estoicismo, y heroísmo. De toma y daca, como bien nos dijo un gran aficionado y
amigo a la salida de la plaza. En un palmo de terreno los muletazos, algunos
pocos templados y estéticos, los más riñonudos y dramáticos. Mató de estocada
entera, trasera y desprendida, y ante el júbilo y la locura de la Plaza México,
cortó una oreja sumamente protestada, por considerar la concurrencia que merecía
la segunda. Consideramos, no obstante, que esta vez el juez acertó con su
premiación.
Ernesto Javier Tapia “Calita” justificó plenamente su inclusión en el cartel. No
obstante, no pudo pegar el palo efectivo y real que lo mantenga en el sitio de
estos festejos importantes. Era crucial conseguirlo, y superar el umbral del
torero emergente, para ponerse con los de arriba. No obstante quedó bien claro
que la calidad, la pinturería, la torería, el temple, el oficio, y las buenas
maneras del Cala transmiten, y le llegan a la gente también cuando esta se
convierte en masa. Así lo consiguió con el tercero de la tarde, Mexicano –n. 4, 561 kg. –, de buen lado
derecho. El mexiquense se acomodó pronto por ese pitón, presentando su muleta
bien planchada, muy de largo, hilvanando buenas tandas, algunas larguísimas, de
siete u ocho muletazos, y templadas.  Foto: @LaPlazaMexico Sin embargo faltó un puntito de rotundidad pues le costó mucho trabajo
rematar, en tanto que el toro rodaba por el suelo después de aguantar tantos
muletazos, dada su debilidad. Por el lado izquierdo el toro se paraba y
probaba, incluso se llevó al Calita por delante en un intento de adornarse. Dueño
de la escena, personalísimo, y con recursos, optó el diestro por los muletazos
de pitón a pitón con la muleta en la zurda. Torerísimos, algunos prácticamente
cromos, que la gente valoró y aplaudió, aunque no le transmitieron como deberían.
Mató de estocada entera, y su cuadrilla, contagiada del nerviosismo del torero,
insistió en una labor de enterramiento contraproducente y acelerada, que no le
permitió doblar al toro. Escuchó un aviso después de cuatro descabellos. Saludó
clamorosamente en el tercio.
Hizo séptimo Giraldo –n. 130, 552
kg. –, un toro deslucido, con la cabeza arriba, paradito, con el que el Calita
tuvo pocas posibilidades. Sobresalieron algunos derechazos sueltos, y una
estupenda serie de muletazos andando desde las afueras hasta las tablas. Falló
con los aceros y se despidió entre silencio. Andrés Roca Rey luce más dispuesto que nunca para cambiar
la onza en la Plaza México, el coso que insiste en negársele, en dificultarle
el triunfo inobjetable que ha conseguido en todos los ruedos del mundo. En esta
ocasión metió a La México con él, la convenció poco a poco, a la par que iba
convenciendo al toro de embestir. En esta primera parte de la faena hubo un
manojo de naturales estupendos, mostrando el peruano que él también atesora
temple y estética. Posteriormente, el arrimón, la marca de la casa, el
desprecio absoluto por lo físico, la temeridad, y además la sapiencia de una
nueva técnica para mantenerse en ese sitio cual poste, sin sufrir los
constantes percances que todavía hace un par de años marcaban su trayectoria. Después
vinieron las bernadinas, escalofriantes, soberbias, desdeñosas, mirando a los
tendidos. Cortó una oreja que debió quedarse en vuelta al ruedo tras pinchazo y
estocada.  Foto: @LaPlazaMexico Cerró plaza un toro muy áspero, de nombre Gandinguero –n. 108, 552 kg. –, asunto con el que Roca Rey aún no
es especialista. Buena estocada y a otra cosa mariposa. Hoy 5 de febrero, en
punto de las 16:30, toros de Los Encinos para Pablo Hermoso de Mendoza, Enrique Ponce, Sergio Flores, y Luis David Adame.
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