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Rubén Sanz es el protagonista de un romántico empeño en ser matador de toros. Natural de Soria, población cuyas fiestas están organizadas alrededor del culto al toro, al que corren por el monte a pie y a caballo, juegan en la plaza y se lo comen en público jolgorio, pero en donde la corrida de toros no arrastra tantas pasiones. Hasta el pasado sábado, sólo un torero ha tenido la tierra, el gran José Luis Palomar, protagonista de la corrida del siglo con los toros de Victorino en Las Ventas en el año 1.982.  Momento en que Rubén se hacía matador de toros El Sábado Agés, día grande de las sanjuaneras, Rubén Sanz se convertía en el primer torero soriano que tomaba la alternativa en su ciudad natal, en un cartel de tronío feriante en el que ejercía de padrino El Juli y acompañaba Miguel Angel Perera, con toros de Juan Pedro Domecq.
Se cumplía la ilusión de más de diez años de escasas novilladas y de toda una vida dedicada a la que parecía inalcanzable esperanza de tomar la alternativa, de llegar a ser matador de toros. Rubén Sanz quiso ser torero ya desde niño, como lo atestiguan las fotos en las que se le ve vestido de torear cuando apenas se tenía de pié. Pero esta ilusión de infancia lejos de disolverse con el paso del tiempo, se fue acentuando hasta llevarle a la Escuela de Tauromaquia que se creó en Soria. Más justo de oportunidades que de recursos, siguió perseverando en su empeño tras la desaparición de la Escuela, toreando novilladas por la zona y centrando su vida en su romántico empeño. Animado por un reducido pero entusiasta grupo de jóvenes aficionados, seducidos por su férrea decisión y su inobjetable dedicación, ha conseguido que toda Soria siguiera la aventura de llegar a ser torero de su vecino. Tras cautivar a los aficionados sorianos, ha conseguido traspasar sus lindes e incluso protagonizar un documental sobre su singular obsesión, para arrastrar a un nutrido grupo de partidarios embelesados por su altruista entrega a la bella causa de la torería. Con sus paisanos llenando los tendidos y sus seguidores expectantes, toda la corrida de la alternativa estuvo rodeada de un aura de cariño y emoción. Desde la música que, cambiando los pasodobles por las canciones sorianas, marcó el paseíllo a los sones de la canción del Sábado Agés y se arrancaría en los primeros compases de la faena de muleta por la sanjuanera que ejerce de himno oficioso de Soria “Moza si a la compra vas”, hasta el brindis del toro de la alternativa a la familia del novillero soriano Diego Redondo, compañero de Rubén y prematuramente muerto de un cáncer, pasando por los habituales aplausos y homenajes de las peñas. A la faena de la alternativa sólo le faltó, en palabras del nuevo torero: “Haber podido juntar los buenos muletazos sueltos que le he dado, en algunas series ligadas, para que todos hubiéramos disfrutado más”. La vida seguirá, Rubén toreará, quien sabe si su toreo traspasará los límites de la prensa local, pero siempre se sentirá satisfecho de haber protagonizado en su vida y su trayectoria la ilusión de empeñarse en emular un mito, de plasmar delante de un toro la creación de la belleza que ha tratado de recrear con su cabeza durante tantos años de esfuerzo y dedicación, de haber seducido con su entrega sencilla y callada pero inquebrantable a tantos aficionados que creemos que la vida es más plena cuando te entregas a ella sin esperar recompensa. Por todo ello, gracias Rubén Sanz, matador de toros. |
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