El Soro a hombros es la mejor señal de su feliz reaparición

-Vicente: ¿Cómo te sientes ahora mismo, es decir, cabes dentro del traje?

No quepo, esa es la verdad. Ha sido un milagro muy grande el que ha sucedido en mi vida, por tanto, debo darle gracias a Dios por todo lo que ayer pude lograr. El sueño se tornó realidad. ¿Cabe dicha mayor? Ver que todo mi sacrificio ha tenido su recompensa, es como para seguir llorando de la emoción que ayer pude sentir.

-Decía yo, Vicente, que nos ganaste la partida a todos; todos creíamos que cometías una locura y tú, con tu dedicación, entrega, pasión, espíritu de sacrificio, nos has hecho ver la realidad. ¿Qué pensabas, Vicente, cuando veías que todos dudábamos al respecto de tu persona?

Comprendo a todo el mundo; yo, en vuestro lugar, hubiera actuado y pensado del mismo modo. Entiendo las dudas de todo el mundo, algo lógico puesto que todos  sabían de mi “tragedia” después de tantas intervenciones quirúrgicas. Pero te juro que dentro de mi ser, como así ha sucedido, yo albergaba tantas ilusiones, tantas esperanzas que, como te decía, Dios me escuchó; yo puse todo de mi parte, nada es más cierto.

Era su sueño: Verse de nuevo en un patio de cuadrillas

-O sea que, respeto a ti, jamás tuviste duda alguna de que podrías reaparecer. ¿Verdad?

De eso me convencí el pasado año cuando me probé en el campo; sabía que perdiendo kilos, entrenando, preparándome muy bien, mi sueño se tornaría realidad. Humildemente, el calvario que he pasado no se lo deseo ni a mi peor enemigo; pero ha podido más la fe, la convicción interna que siempre me albergó que todos los contratiempos que he tenido que digerir en tantos años de lucha interna. Como quiera que de cobardes nunca se ha escrito nada, yo quise apartarme de ese círculo, justamente, de todos los que dicen, no puedo.

-Publicaba yo en estos días un ensayo al respecto de tu persona en el que, equiparándote con el inolvidable David Silveti que tuvo un percance similar al tuyo, David no pudo superar el trance y acabó quitándose la vida. Sobre tu persona, repito, teníamos muchas dudas que, de forma gallarda, supiste disiparnos. Ante lo logrado, ¿te crees superior a nosotros, pobres mortales que fuimos tan pobres de espíritu para dudar de tu persona?

No, para nada. Soy un mortal más, como todos. Pero me propuse algo que todos pueden lograr; si quieres, puedes. Y ese ha sido mi caso. No tengo mayores méritos que haber combatido contra mis accidentes que, a no dudar, serán idénticos a los de muchos seres humanos en mis circunstancias e incluso peores; pero decidí sobreponerme a todo y a todos y, ya viste, logré mi objetivo. Pero no es algo que me haga distinto ante los demás; soy un ser humano cualquiera, eso sí cargado de afición, de amor propio y de una tenacidad sin límites.

-Y como se demuestra, atrás quedó el dolor, olvidado para siempre. ¿Cierto?

Sí, porque al margen de la superación de todo el dolor físico que he sufrido, para acometer lo que he logrado, tenía que “curarme” anímicamente que era más importante si cabe que el aspecto físico; digamos que iban juntos de la mano; físico y psíquico, todo lo tuve que superar y me siento muy orgulloso de ello; sí, esa felicidad no me la quita nadie.

Y reapareció para cubrir todos los tercios

-Ahora, tras todo lo visto en lo que ha sido tu actuación en Játiva, hasta llegamos a entender que Simón Casas cometió una injusticia al no incluirte en las Fallas, ni en la feria de Julio valenciana. ¿Verdad?

Yo creo que, Simón, un hombre al que admiro y quiero, le sucedió lo que a ti, lo que a todo el mundo; que entendía que era una locura mi reaparición y no quiso ser culpable de una posible desgracia; algo que entiendo perfectamente. Pero lo ha subsanado todo ahora al incluirme en la bella feria de Játiva que, como se ha demostrado, no defraudé a nadie.

-¿Cómo te sentiste físicamente?

Bien, dentro de un orden. Me queda mucho camino por recorrer, pero me sobraron condiciones para lidiar los toros; pero fíjate, yo no tenía duda alguna de mis posibilidades porque me había probado en el campo y sabía lo que mi cuerpo podía dar de sí. Como decía mi admirado Paco Delgado, he tenido más suerte que El Tato puesto que, mientras que él lo intentó, yo lo conseguí y la diferencia es trascendental.

-En honor a la verdad, Vicente, reconozcamos que la corrida ayudó; una corrida a modo que, ni hecha a medida para tu reaparición. ¿Cierto?

Ché, collons, una correguda de Xátiva. -Cojones, una corrida para Játiva- salió, es cierto, una corrida bonita pero no estábamos en Pamplona, por tanto, creo que una corrida como corresponde a la bellísima plaza de Játiva.

Le vemos toreando en redondo

-Digamos, Vicente, que quizás te hubieses conformado, ante el hecho de tu reaparición, con matar la corrida con dignidad. Sin embargo, llorando, atravesaste la puerta grande en loor de multitud. ¿Qué sentiste en aquellos momentos, de quién te acordaste?

Sentí una felicidad desmedida, como hemos comentado; como todo el mundo ha certificado ante lo que fue mi actuación; me acordé de mis padres, de todos los míos, de todos los que me han ayudado, de los que creyeron en mi y, ante todo, de todos los que dudaron de mi persona porque ahora, gracias a este triunfo, como te ha sucedido a ti, he puesto a todos de acuerdo.

-Para que nadie tenga la más mínima duda, Vicente. ¿Proyectas torear más o te quedas con la satisfacción de haber cumplido tu sueño?

Por Dios. He venido para quedarme. No pretendo hacer locuras, ni torear cincuenta corridas de toros, pero si albergo la esperanza de torear algunas corridas más para demostrarle a todo el mundo y en distintas plazas, que he venido de verdad, pero sin engañar a nadie.

-Tras todo lo que me has contado, Soro, imagino que ya ronda por tu cabeza sentarte junto a Simón Casas para hablar de la próxima feria de Fallas 2015. ¿Qué reacción tendrá el productor francés ante tu ruego?

Seguro que muy distinta a la que tenía este año; ahora, palpamos la realidad de unos hechos consumados que han certificado que he venido de verdad como antes decía; que quiero reverdecer viejos laureles en la plaza que lo ha sido todo para mí. Como quiera que, mi vida, desde hace muchos años se compone de muchos sueños; si el primero era reaparecer, mi segundo no es otro que verme en la puerta de cuadrillas de mi plaza amada, Valencia.

Vicente toreando al natural

-Has conseguido, Vicente, en tu reaparición, romper para siempre el gafe maldito que albergó aquella fatídica corrida de Pozoblanco en que, todos sabemos el final de los diestros que allí actuaron. ¿Te sientes feliz por ello?

El más dichoso del mundo porque, como dices, el gafe se había apoderado de aquel cartel y, debido a mi constancia, he superado el trance y, el superviviente de aquella aciaga tarde, sigue en activo a Dios gracias.

-Una gran entrada certificó la expectación que habías despertado en Játiva. ¿Esperabas aquella numerosa asistencia de público y aficionados?

Humildemente, así lo esperaba. Unos acudirían por morbo, por ver si era capaz; otros por pura afición y los más, por ser notarios de una actualidad tremenda como era la reaparición de El Soro. Todos fuimos felices y la dicha no puede ser mayor.

-Al final, Vicente, ¿das por bueno todo el calvario que ha supuesto estos largos veinte años de sufrimiento y penurias de todo tipo?

Sí, hombre. Todo lo doy por bien empleado porque, ya viste, un triunfo, ha mitigado todo mi dolor. Pero más que el éxito artístico, mi gran triunfo no ha sido otro que poder reaparecer y, como digo, vine para quedarme.

El Soro brinda por seguir haciendo paseíllos ante su público