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Lo que no nos dejaron ver era esto A veces el querer tapar las vergüenzas produce el efecto contrario, que lo que se pretendía ocultar se vea en todo el mundo. No se trata de ocultar los intentos de Urdiales, esa faena que parecía que iba a despegar y que al final quedó en nada, ni la insulsa modernidad de Garrido, ni la poca capacidad lidiadora de Mora, pero sí ese echarle un toro a los corrales por su nulo acierto y paciencia con los aceros. No cabe duda que es un lunar en la carrera de cualquier matador con vergüenza torera, pero quizá sea peor el que, no se sabe quién, decida evitarle el trago de ver a los cabestros llevarse al del Pilar de vuelta a los corrales, con una puntilla traicionera e inoportuna, más dolosa que el propio castigo del tercer aviso. Y aunque no nos lo dejaron ver, para los aficionados esa imagen estará presente y además habrán tenido que contemplar cómo se deja a la fiesta con las vergüenzas al aire.
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