Antes que lo urgente le gane a lo importante de nueva cuenta es menester correr la tinta por aquello que nos permite sobrevivir a la mala fe ambiental.
Hace apenas un par de semanas Guillermo del Toro fue premiado con el Oscar como mejor director, días después impartió una clase maestra en Guadalajara donde le preguntaban respecto del éxito; respondió como los grandes, sencillo, claro y ocurrente. Entre varias cosas, decía que no debes olvidarte de una cosa, de tener ganas de decirle al mundo que está equivocado.
Señalaba que muchísimos las pierden. No sé si normal pero me parece haberlo visto ya. Sin embargo, no permanecemos por los que se rinden sino por los quienes como José María Hermosillo le dicen al mundo estar errado cuando piensa que de Aguascalientes únicamente salen muchachos chulos con aires de figura, que su toreo ligado, sentido y largo bien puede ser del gusto de la Plaza México.
Trazo largo del hidrocálido Hermosillo Seguimos, como siguen ganaderos de la estirpe de Sergio Hernández Cosío puestos para criar toros con emoción y no los soporíferos mansos. Estamos por los de plata como Christian Sánchez que bordan pares de oro una tarde sí y la otra también.
Persistimos por chavales como Francisco Martínez Ramírez, quien demuestra que lo novel no está peleado con la seriedad y el deseo de oficiar con la formalidad de los sacerdotes en tauromaquia, que La México merece respeto y jugársela sin miramientos; que el aficionado debe salir de la plaza más grande del mundo contento y con ganas de volver a ella.
La seriedad de Francisco Martínez Se equivocan quienes dicen no hay novilleros, los hay como José Sainz, no sólo valientes sino con arte y detalles pintureros, con estilo y capaces de sobrepasar la técnica para torear sabroso y lento.
Sabroso el toreo de Sainz Nadlleli Bastida me dijo un día, lo mejor que podía sucederle a La México cuando todo iba cuesta arriba era oir La Macarenita, tenía razón como siempre; en este tiempo de frecuentarla de manera asidua lo he comprobado en las noches frías de Temporada Grande y en las tardes interminables de novilladas, sin embargo, el último festejo fue diferente, sonó para despedir una buena tarde, interesante por donde se mire y que da pauta para decirle al mundo que una vez más ha errado.
Están equivocados quienes creen que la setentona más guapa del planeta es plaza de trancas, se equivocan quienes la prostituyen. Se equivocan quienes la hacen pasar por mansa y villamelón porque nació como bastión de libertad y en su entresijo hay una afición que gusta del toreo largo y templado, de la cadencia y la bravura, de los contrapesos más que los radicalismos. No perdamos las ganas de decirles que están equivocados, que esto -y mucho más- es La México.
*Fotos: @LaPlazaMexico
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