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Visite nuestra ficha del festejo. Desconozco absolutamente en qué
términos se encuentra la relación de Juan
José Padilla con TauroPlaza México y sus operadores.
Por si fuera poco, no me interesa, son asuntos que solo competen a las personas
en cuestión. Sin conocimiento de causa es difícil comprender por qué el Ciclón
aceptó esta despedida, lejos de la categoría de un adiós de figura del
toreo como el que se merecía, como el que le dieron en Pamplona y Zaragoza. Lo fáctico es
que le dieron una pésima fecha, de antemano sabida como la de la final del
futbol mexicano (que además fue entre equipos capitalinos), en un cartel con
alternantes muy discretos, cercano a la corrida guadalupana, y en el que además
le echaron por delante un homenaje al fallecido Miguel Espinosa “Armillita”.
¿Por qué habrá aceptado esas condiciones el jerezano, mereciendo una fecha
acorde a la importancia de su carrera? ¿Está relacionado con su ausencia de dos
temporadas (las dos que lleva esta empresa) del embudo monumental? Él sabrá… La empresa no quiso darle una despedida de figura a Juan José Padilla... …lo importante es que la afición
de La México se rompió con él. Ni en su primera época ni tras del percance fue
un imán de taquilla en nuestra plaza. Sin embargo, a pocos toreros se les ha
entregado la Monumental de forma más rotunda, de forma más cabal, sincera,
espontánea, e incondicional que a Juan
José Padilla. No fue un torero del gusto de La México, y tanto el matador como
el público lo entendieron así, en términos taurinos fueron pocos los momentos
de compenetración, pero en términos de reconocimiento a la épica de la más
apasionante historia personal de la fiesta brava contemporánea, la relación fue
sin par. En fin, pues, Padilla mereció despedirse con la plaza llena, pero se
despidió únicamente frente a su público.
Poco pudo hacer el andaluz frente
a su lote. Abrió plaza Flautista –n.
140, 517 kg. –, de Boquilla del Carmen, discreto de presencia y pobre de juego, del que quizás quepa
destacar el varetazo que le tiró al pecho a Padilla, el último susto de un
torero marcado por el drama. Se puso pesado con la espada y escuchó división
tras aviso. El cuarto fue un marmolillo con el que Juan José le echó mucha
voluntad, enmarcado por el son de Las Golondrinas,
la melodía impactante por excelencia, las notas ante las que ningún corazón es
inmune. Mató de estocada eficaz y cortó una oreja. No puso banderillas, ni le
cortaron la coleta. La vuelta al ruedo fue una
locura, un desbordamiento, una pasión, un abrazo colectivo, que tuvo colofón en
el canto a coro del Cielito Lindo.
Sublime y conmovedor, como solo esta plaza puede ser. Pareciera que algún
oscuro interés nos escamoteó la posibilidad de despedir a Padilla como al
figurón del toreo que fue. No importa, para eso y por eso somos la afición más importante
y de más categoría del lado del charco, le duela a quien le duela, incluso a
nuestros enemigos de asuntos internos. ...pero la afición, que lo idolatra, sí Arturo Saldivar está en un momento muy trascendental de su carrera.
En sus dos intervenciones consiguió faenas que jaleó con fuerza el tendido del
embudo. Le llegó a la gente como no lo hacía hace muchos años. Estuvo reposado,
templado, haciendo muy bien el toreo, con mejor actitud, y además con la
ventaja tremenda de contar con el mejor lote de la función. Es decir, su
capacidad está a la vista, y sus posibilidades están madurando. No obstante,
también queda en sus actuaciones un dejo de que nos quedamos a medias. Tal como
otros colegas contemporáneos suyos, parece que Saldivar no se rompe, no se
desborda. Se queda en lo correctito cuando podría estar sublime. Le cuesta
pasar de las orejitas cuando podría apuntar hacia los rabos.
Hizo segundo de la tarde el toro Arpista –n. 144, 504 kg. –, un toro
hecho y fuerte. En los primeros tercios de su lidia fue un toro un tanto
incierto, se la castigó muy poco en el caballo, y apretó hacia los adentros en
banderillas. Solo rompió en el último tercio. Por ambos pitones embistió arando
la arena con los belfos, con recorrido y emotividad. Saldivar supo templarlo y
llevarlo, en series cortas que le llegaron a la gente, de a tres pases y corta.
Hacia la mitad de la faena dejó el toreo por derecho a favor del relumbrón de
los pases en redondo, las arrucinas, y los cambios de mano. El toro comenzó a
rajarse después de eso, a quedarse y a buscar un poquito. Apostó después el hidrocálido
por las bernadinas, llevándose un arropón bastante innecesario. Mató de
estoconazo, y la autoridad de concedió, acertadamente, una sola oreja de las dos que exigía un tendido extasiado. Hubo estupendos pasajes de Arturo Saldivar... Quizás tuvo mayor proporción la
faena al quinto de la tarde, al muy buen Jaranero
–n. 122, 561 kg. –. Fue un toro que embistió emotivo y con clase, a pesar
de darse una vuelta de campana, y recibir una vara de verdad, a diferencia del sonrojante
tercio de varas de su hermano. Evidentemente, su fuerza vino un poco a menos, y
con ella su repetición. No obstante lo acudió con alegría, revoloteando su
rabito de un lado para el otro. Saldivar
lució más rotundo, un poco tal vez por la dificultad para ligarle tandas
largas, y otro poco definitivamente por lo bien toreado que lo llevó.
Hubo una serie de naturales
soberbia, en el tercio por el burladero de matadores, y una por el lado derecho
en la que no tuvo más opción que sobrepasar sus tres muletazos de rigor para
ligar seis o siete. No podía faltar el toreo de relumbrón, sello de Saldivar,
que empapó su trasteo. Mató de pinchazo hondo y dos descabellos para saludar en
el tercio. ...pero parece que algo se queda en el tintero Nuevamente, Fermín Espinosa “Armillita” tuvo
una tarde durísima, amarga, y nada estimulante en su tormentosa relación con La
México. En esta ocasión ni siquiera necesito que la gente fuera injusta con él
para sentir el rigor de la profesión como en otras ocasiones. Bastó con sus
actuaciones frente al de Boquilla del Carmen y el de Xajay
para que la dureza de la profesión le callera encima. Aquel se llamó Violinista –n. 132, 490 kg. –, un
torillo quedado y deslucido frente al que el de dinastía trato de sustituir el
temple y el mando por gritos y zapatillazos. Fracaso total. Mató de estocada y
descabello.
El sexto del hierro titular, muy
bonito y bien presentado cárdeno bautizado Pianista
–n. 170, 515 kg. – se despitorró en el burladero matadores. Salió, pues, el
reserva del hierro de los Sordo, Pirata –n.
49, 526 kg. –, sin mucha
plaza pero que presumía su edad ostensiblemente. Éste le hizo ver su suerte,
pues fue un toro duro y exigente que fue a más ante los desordenados procesos
del chaval, que lució dubitativo, sobre pies, desestructurado e indefenso cual
novillero principiante. Mató de estocada y descabello para seguir escuchando
los pitos que escuchó durante toda su labor. Armillita IV... ¿Pegará el palo en México algún día? Fotos: Luis Humberto García "Humbert".
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