Ilusión, de la ganadería colombiana de Bernardo Caicedo, fue lidiado por Manzanares en la segunda corrida de abono de la Feria del Señor de los Milagros 2006. De capa jabonero sucio o “barroso”, con edad y cuajo, gacho de cuerna, hizo gran pelea y romaneó en el caballo de José Barroso (¡vaya coincidencia del apellido con la capa del animal) quien le picó malamente y de manera excesiva. Quebrantado estuvo en banderillas pero se recuperó en la muleta a la que embistió con clase. Fue a más en la lidia y permitió a su matador una vibrante y emotiva faena, una de las mejores de la temporada. Aplaudido en el arrastre, resultó un toro bravo en toda la línea; de principio a fin. El más bravo de esta y muchas otras ferias. Su recuerdo quedará grabado en la memoria de los aficionados que lo tendrán como referente cuando de toro bravo se hable en las tertulias.
Puntero, de la ganadería nacional de Roberto Puga, fue lidiado por Sebastián Castella en la última corrida de abono (la de las siete orejas). Colorado, ojo de perdiz, joven y apretado de cuerna, no fue picado por orden de su matador y el aficionado se quedó sin apreciar su calidad de bravo. Noble y repetidor, permitió el lucimiento de su matador y aguantó larga faena. Le dieron la vuelta al ruedo. Fue lo que hoy se conoce como toro artista.
Once de los trece miembros del jurado votaron por Puntero y le otorgaron el Escapulario de Plata 2006. Por Ilusión no votó nadie.
¿Que pasó? – Pues algo muy malo. Algo que se veía venir y a lo que no le hemos prestado la debida atención: El toro artista se ha impuesto finalmente al toro bravo que, aparentemente, ha dejado de ser el rey de la fiesta. “Ya fue”, dicen los jóvenes de hoy y tal parece ser el pensamiento de quienes conforman el jurado del escapulario que habiendo tenido la oportunidad de apreciar y premiar en Acho a un toro verdaderamente bravo no lo vieron, lo dejaron pasar y le dieron el máximo galardón a un edulcorado toro artista que poco aporta a la fiesta que –seamos honestos- mal haríamos en seguir llamándola brava si tal corriente de opinión se generaliza.
Felizmente no llegamos a extremos, son muchos los aficionados que opinan que Ilusión fue el mejor toro y más bravo de la feria 2006. Periodistas de mucho prestigio en el Perú se han pronunciado en el mismo sentido, en sus diferentes medios.
El problema está entonces en las calidades de apreciación y conocimiento del jurado calificador, numeroso en miembros (catorce en el 2006) que votan en secreto y no pocas veces contra la opinión de sus poderdantes y la institución a la que representan, que no tiene manera de saber cómo votó su delegado sino cuando sucede lo de la última feria en la que los resultados no dejaron lugar a dudas, por lo menos en un aspecto: nadie votó por Ilusión.
El jurado debería estar constituido por no más de cinco aficionados notables que no vivan del toro ni estén ligados por amistad con toreros, empresarios ni ganaderos, no escondan su identidad y fundamenten su voto al momento de emitirlo. Un jurado así conformado con gente que no frecuenta, almuerza y asiste a tientas y reuniones con la gente del toro, tal como sucede ahora, ofrecería una opinión independiente, más cercana a la del aficionado común y corriente.
Pero tratemos de explicar lo qué pasó con el Escapulario de Plata del 2006: Terminada la feria y entregados los trofeos, se organizó una reunión de aficionados en el Centro Naval del Perú en el que se pasaron videos de las principales corridas de la temporada luego de lo cual se emitieron opiniones. Entre los asistentes se encontraba uno de los miembros del jurado a quien se le preguntó ¿Cuál había sido el criterio para premiar al toro? “Se eligió al mejor toro” contestó muy suelto de huesos y con la seguridad que su criterio era profundo. Algunos de los contertulios expresaron su disconformidad con el resultado de la votación destacando las calidades de Ilusión que no había obtenido ningún voto. “Se votó por el mejor y once personas no pueden estar equivocadas”, argumentó. No explicó cual fue la condición para calificarlo como el mejor, por lo tanto, es probable que alguno votara por el más bonito, otro por el mejor hecho, este por el más alegre, aquel por el más noble, el resto por el más repetidor o, porque fue fijo a la muleta, o embistió sin resabios y hasta porque tenía la mirada mas dulce. Pero ninguno votó por el más bravo. Si éste hubiese sido el criterio, Ilusión habría obtenido al menos un voto.
¿Maliciosa intencionalidad o sincera ignorancia? - Con once votos para Puntero y dos para Rotoso, de la misma ganadería, podría pensarse que primó el espíritu nacionalista, o los vínculos de amistad con el ganadero u cualquiera otra razón menos sentimental y más pragmática pero existe también la posibilidad que el jurado no supiese que la calidad de un toro bravo se mide en la suerte de varas. En cualquier caso la opinión que el aficionado tiene del jurado del 2006 no es buena.
Otra cosa habría sido si, queriendo premiar al ganadero nacional, el jurado hubiera optado por premiar no al toro sino al ganadero, como manda el artículo 82º inciso d) del reglamento taurino. De acuerdo a ello Roberto Puga podría haber lucido los méritos de haber presentado el mejor encierro, noble y colaborador, que permitió el lucimiento de los toreros que se repartieron siete orejas en una tarde. El que se le haya galardonado por un toro como Puntero, como el bravo que no fue, es un despropósito.
De cómo una tarde de siete orejas alborotó el cotarro limeño y puso la suerte de varas en tela de juicio, será el tema de mi próxima nota.
Pie de página: Para quien quiera recordar como fue la lidia que dieron en su momento Ilusión y Puntero puede ingresar, respectivamente, a los siguientes enlaces: EL TORO PONE CONDICIONES EN EL RUEDO y TARDE INOLVIDABLE