Leo en nuestro portal que se celebró, durante los días 12 y 13 de noviembre el VII Congreso Nacional de Presidentes de Plazas de Toros ANPTE. Observo entre las conferencias y ponencias algunos títulos que no escapan a los últimos acontecimientos de la actualidad taurina, como la decisión del Tribunal Constitucional en Cataluña, la preocupación por los ataques a los presidentes de plazas de toros, la creación de un curso para formarse en la carrera presidencial taurina y la función de los presidentes en la garantía de calidad de las corridas de toros y en la protección de los derechos de los espectadores. Estas dos últimas medidas parecen de gran importancia por lo que se refiere a la profesionalización del cargo, una vez que nos vamos quitando de encima aquello de la policía, una y la otra por el reconocimiento que la propia profesión hace de aquello que es aspecto fundamental de las presidencias, velar por los derechos de los espectadores. Esta última premisa goza de una doble lectura en la medida en que hoy en día sería necesario dejar de lado el término tauromaquia para aceptar el de las tauromaquias. Y según esta interpretación los derechos de los espectadores pueden ser unos u otros.
Precisamente el pasado miércoles en San Sebastián, organizada por la Peña Taurina Paco Apaolaza, buque insignia de la actividad taurina de la ciudad, se presentaba la conferencia que a petición propia quisieron ofrecer el presidente de Illumbe, Don Jesús Ferro y el asesor artístico Don Jesús Mari García. Fue una velada muy interesante en tanto en cuanto se trataron todos los temas que tuvieron que ver con el desarrollo de las corridas de la Semana Grande/Aste Nagusia donostiarra. Un paso hacia adelante que acorde a los tiempo parte de la idea de la transparencia y promulga la necesidad de hacer partícipe al aficionado no sólo de las decisiones tomadas durante la lidia sino también de todo aquello que sucede entre corrales y al finalizar cada corrida. Cuestiones que debe conocer el aficionado, que a nadie daña que se sepan y que de alguna manera contribuyen a desarrollar el empoderamiento del espectador taurino, que buena falta nos hace.
El cuerpo de presidentes de plazas de toros quizás sea, a día de hoy, una de las únicas tablas de salvación que le quedan a la afición. Garantes de la calidad del espectáculo, su labor no puede ser otra que la de defender el derecho de los espectadores, como bien se ha comentado en el congreso ANPTE, y hacerlo empezando por defender las cuestiones fundamentales del espectáculo. Pero tal y como se viene viendo, esto no sucede siempre de esta manera. Hartos estamos de ver presidentes que tragan con las tropelías de las empresas, que se acercan a éstas antes que al público que paga la entrada, que aceptan de los actuantes todo tipo de trampas por ser ellos quienes son. En definitiva, existen muchos casos en los que la presencia del presidente queda totalmente despegada de las exigencias de la afición e incluso de las normas establecidas.
Se congratulan desde ANPTE de la decisión del Tribunal Constitucional en el tema de Barcelona (ojo con tomar esto como un triunfo cuando en realidad no lo es, por mucho que la acción de los políticos catalanes fuera dictatorial). Uno siempre quiere pensar que quizás las cosas en la Ciudad Condal hubieran sido de otra manera si hubiera habido un cuerpo presidencial sólido que hubiera velado un poco más por la integridad del espectáculo en la Monumental. Se habla de la necesidad de la formación pero es necesario observar que si bien necesaria, la formación en la actualidad, en cualquier campo, no es significado de ejecución de una profesión con calidad; también se forman los informadores taurinos y en algunas ocasiones más parece que aprendan el oficio del taurineo que el suyo propio. Por último, se aboga por la necesidad de velar por los derechos de los espectadores y sin embargo uno se pregunta si en muchos casos la perspectiva de la presidencia coincide con la de la afición.
En definitiva, la acción de las presidencias debe ser transparente y publicada, como lo fue el otro día en San Sebastián. El palco debe acercarse al público, debe romper el ocultismo, contar las cosas a las claras, explicar el porqué de cada actuación y mostrarse ante la afición.