Los hechos nos vienen a demostrar que todas las muertes no son iguales. Me explico. El pasado año cuando un toro mató a Víctor Barrio, los criminales de turno se alegraron por la muerte del diestro e hicieron apología de dicha muerte en las llamadas redes sociales.

Los llamados animalistas o defensores de los animales celebraron con gozo dicha muerte. ¿Cabe crueldad mayor la que dice todo de cierta especie de la raza humana, de forma concreta en todas esas gentes despiadadas que defienden a los animales pero se alegran de la muerte de un ser humano? Nadie que estemos en nuestro sano juicio podremos entender dicha actitud, pero lo realmente cierto es que hay gentes que se alegran cuando muere un ser humano, en este caso aludido, a merced de un toro bravo que, como se sabe, vende cara su vida cada tarde en que se lidia un toro en una plaza de toros.

Un perro asesino, lo lleva escrito en su mirada

Toda esa basura humana que detestan al toro de lidia y que para colmo dicen ser defensores de los animales, en el pecado llevan su penitencia; sí, porque no saben ni lo sabrán jamás que el toro bravo es la especie animal que mejor vive en las dehesas de España y en todo el mundo. Califican como barbarie la lidia de un toro y no se pronuncian contra la crueldad que significa ver cómo se mata a un cerdo. Se trata de la ignorancia más supina de todos aquellos que abogan por la extinción del toro bravo, incluso alegrándose de la muerte de un ser humano, pero nadie de ellos repara en toda la crueldad que hay detrás de la muerte de cada animal.

No seamos hipócritas, que lo somos en grado superlativo; todos los animales son sacrificados para el sustento del ser humano, con la diferencia que, el toro, antes de ser sacrificado se le da la oportunidad de defenderse y, previamente, ha vivido cinco años a cuerpo de rey.

Esta es la gran verdad, lo demás son todos retóricas que nos muestran los ignorantes, los dementes, los enfermos, los que no tienen la más mínima capacidad de raciocinio ante la disyuntiva entre un toro y cualquier otro animal. ¿Cabe crimen mayor que el de la propia caza? Seguro que no. Pero los animalistas lo dan por bueno.

Aquí, el toro bravo, fijémonos en su mirada

Fijémonos que, nosotros, los aficionados a los toros nunca jamás nos hemos pronunciado en contra de ninguna especie animal, y no lo hemos hecho porque amamos a los animales y, como en el caso de la caza, respetamos las costumbres y tradiciones de los pueblos, no en vano, la caza, hace dos mil años ya era el sustento de la especie humana, por mucho que nos parezca un acto cruel.

Y digo todo esto porque ahora, en estos días, en Alicante, un perro ha matado a un hombre; más que un perro, una jauría que se abalanzaron contra él y lo mataron a dentelladas descuajeringando su cuerpo, un espectáculo bochornoso, deleznable, cruel, maquiavélico, horroroso, dantesco; algo para que aborreciéramos para siempre la raza perruna. ¿Qué han dicho los animalistas al respecto? Nada. No se han pronunciado. ¿Será  que la vida de este hombre anónimo muerto de forma horrible si les ha importado a los defensores de los animales, o quizás todo lo contrario? Vete tú a saber. ¿Será que en su cobardía no se han pronunciado por aquello de no hacerles daño a los perros? Estamos hablando de animales.

La diferencia entre la muerte de un torero a manos de un toro no es otra que éste ha muerto en el ejercicio de su profesión, justamente en un espectáculo amparado por la ley, mientras que los perros asesinos, huidos de sus jaulas, han matado a un ser humano en un espectáculo inhumano, el más horrible del mundo puesto que, como pudimos ver, el hombre quedó totalmente despedazado por la jauría de los perros que lo devoraron.

Está claro que, la diferencia es muy notable; un toro jamás matará a una persona por la calle o en el campo, lugar donde se encontraba la víctima aludida recogiendo naranjas en un campo de su propiedad. El toro siempre venderá cara su vida pero, de forma regulada, legal, como es su lidia dentro de una plaza de toros. Y allí, en ese marco, solo se enfrentan a dicho animal hombres avezados para dicho menester que, como meta, ésta no es otra que mostrar su arte y dominio frente a un toro fiero.

Es ahora, cuando ha muerto un ser humano a merced de un perro asesino, cuando quiero ver a los defensores de los animales pronunciándose al respecto. Claro que, en su cobardía y maldad, hasta la fecha, nadie ha roto una lanza por este hombre que ha muerto criminalmente a merced de un perro asesino.

Yo les diría a los radicales de Podemos, adláteres y demás huestes que, ante ellos siento una pena infinita; sí, porque en la universidad a todos les dieron una carrera pero, como se demuestra a diario, nadie les enseñó el respeto, la educación, la coherencia, en sentido común y mucho menos aquello que ellos pregonan pero que no saben de qué se trata, ¡la libertad!

Mucha pena siento por tantos ignorantes que, al final, lo pagarán caro. Mientras tanto que Dios les perdone porque yo no puedo hacerlo.