Pese a lo que digan algunos interesados, la fiesta de los toros no está de capa caída. Sí es cierto que ha caído la entrada a las plazas y que suceden determinadas cosas, cuestiones que se generan dentro del mundillo antes que desde los frentes enemigos, que amenazan con desnaturalizarla. Pero en líneas generales el aficionado puede observar que cuando hay festejos de interés la gente sigue respondiendo y que frente a las exigencias de aquellos que se niegan a aceptar la realidad del oficio de torero, existen alternativas que tienden a encontrar un punto de retorno una vez pasada una línea que nunca se debiera haber traspasado. Un ejemplo a todo esto es tanto el Desafío Ganadero que se ha programado en Las Ventas, o la instauración del famoso bombo para distribuir toros y toreros en la próxima Feria de Otoño en Madrid. Frente a la imposición por parte de los más flojos del escalafón –curiosamente esos que torean todos los días- del toro amiguete, encontramos aquellas ferias que defienden el toro por encima de todo tales como Pamplona, Azpeítia o Calasparra por poner ejemplos. En definitiva, se observa un tira y afloja importante entre los mandatos de los destructivos acomodados y la voluntad de la afición. No debemos olvidar que de los seis llenos que presentó la plaza de Las Ventas este año de 2018, dos fueron en corridas de toros en las que el encaste fue el protagonista.
Sin embargo, la caída del interés por la fiesta es una realidad, por otro lado conocida y esperada. En el único programa taurino que hay hoy en televisión en abierto escuchábamos la pasada semana a los empresarios hosteleros de la Costa del Sol quejarse por la paulatina desaparición de las corridas en las plazas insignia del turismo en Málaga. Estos empresarios hablaban de la necesidad de incluir los toros en los paquetes turísticos y aprovechar la importancia que los aspectos culturales están teniendo en la elección de destinos turísticos. De esta forma, las plazas de las localidades más demandadas, sin toros hoy en día, programarían festejos para turistas que quisieran acercarse a la cultura popular.
La idea, desde luego, parece importante y en un primer momento casi interesante. Sin embargo, uno empieza a pensar en la conformación de esos festejos que se desean hacer, en las figuras a las que por cojones habría que contratar para que el espectáculo sea digno de turistas y esté a la altura de las circunstancias y, de paso, para que estas figuras recuperen un poco el nivel propio de ingresos que ha ido decayendo en los últimos años. Y en el toro que ellos quieren matar. Y en el toro que querrán matar a sabiendas de que se encuentran ante unos guiris que de esto no entienden nada. Entonces es cuando salta la alarma interior. Ojo, que aquí puede pasar lo mismo que en Barcelona y sería lamentable encontrarnos en las noticias a uno de los empresarios diciendo, como el viejo Balañá lo hizo en su momento, que aunque le cierren la plaza, a él le van a tener que dar un montón de dinero.
El modelo de plaza para extranjeros ya estaba en marcha en Barcelona y otras localidades costeras catalanas antes de que llegara la debacle. En todas se programaban festejos para guiris y japoneses y en todas, La monumental al frente, se lidiaban por toros una birria de novilletes ante los que las figuras hacían gestos grandilocuentes cuando terminaban de pasarlos por la parte superior de las afueras. Aquello fue lo que terminó con la afición catalana. Ningún aficionado que se preciara, salvo excepciones, quería ir a ver aquello.
A día de hoy es imprescindible ya cerrar las puertas a todo lo que suponga la desnaturalización del toro de lidia, o aquello que simplemente amenace con desnaturalizarlo. Más allá del negocio, más allá de pensar en lo lucrativo que podría resultar para los hoteles vender los billetes de las ferias de turistas, más allá de pensar en la oportunidad de llenarnos el bolsillo amparándonos en la defensa de la fiesta debemos pensar hoy en su integridad. Y no pasa nada porque un montón de turistas no acudan a los toros en la Costa del Sol. Aquellos que de verdad se interesan por el toro ya acuden a las ferias que les quedan cercanas o incluso vuelven a desplazarse a España en las fechas más importantes. De negociantes tapados con el carné de la defensa de la tauromaquia ya tenemos bastantes noticias, y las cosas no van bien. El toro bravo de hoy cada vez va a peor y es más aburrido. Pero quienes lo merman y tercian también se posicionan como defensores de la fiesta.