El movimiento se demuestra andando y ese es el problema que tiene hoy en día la izquierda española. Los partidos se unieron para avanzar hacia adelante en una moción de censura al anterior gobierno. Lo normal, y lo ético, es que una vez solucionado el entuerto y transcurrido el tiempo exigido, el gobierno, que debería serlo en funciones, convocara nuevos comicios. Pero el poder es goloso y una vez que uno se ve ahí arriba debe ser muy doloroso abandonar la posición. El resultado es que Sánchez se ha puesto a gobernar de modo un tanto sui generis. Como decía al principio de este párrafo, el problema es que ahora no saben bien hacia dónde van, ni qué programas políticos tienen que poner en marcha. No hay andanza que ilustre su movimiento. Cuando estas cosas pasan, la izquierda tiende a desempolvar sus fantasmas y acorde a esto a generar políticas que por pueriles pueden ser nefastas, a la par que antidemocráticas.
El socio de Sánchez en el gobierno, Iglesias, se encuentra en la misma tesitura que él. Ha visto como la política le ha ido dejando arrinconado, como pierde presencia y representatividad. Se ha enfrascado en acciones como intentar prohibir la coca-cola, la misa del domingo en la televisión pública, cortar el rabo de los perros y otras extravagancias que quizás ayuden a que parezca que se mueven pero solo ante los de su cuerda. Los toros, por supuesto, están en ese armario de los fantasmas que la izquierda siempre quiere abrir para enseñar que dentro solo hay obsesiones y rencores.
Fuera de lo político, considero a Iglesias una persona culta y formada, doctor y profesor de universidad e investigador. Una persona que conoce la ciencia política, la social y los aspectos fundamentales de la cultura. Por eso no se entiende que pretenda abolir la fiesta de los toros, más suponiéndole una persona plural y con una sensibilidad hacia las minorías que incluso debiera ser mayor cuando se habla de minorías culturales. Como especialista en estos campos, Iglesias debiera de saber que es cultura todo aquello a lo que se pueden aplicar las normas de estudio de lo cultural. Eso iglesias lo sabe porque en ciencia social es como en matemática decir que uno más uno suman dos. Más allá de eso, me planteo cómo se le ocurre a Iglesias plantear un referéndum sobre la continuidad de la fiesta taurina simplemente porque a algunos no les gusta. La pregunta sería ¿cada vez que algo o alguien no nos guste a los demás, plantearemos un referéndum para destruirlos o eliminarlos? Creo que la razón democrática debe superar esos prejuicios.
Particularmente, no me asusta un referéndum sobre los toros. Si se planteara de una forma adecuada, esto es con representación taurina en el diseño de la consulta, la fiesta podría salir reforzada de todas todas. Por un lado porque, tal y como dice nuestro director, mal se tendría que dar para sacar menos de un 21 % (porcentaje que mantiene a Podemos en el Congreso) a favor de su existencia . Por otro lado, porque si la respuesta positiva fuera muy baja, la fiesta tendría ya un indicador para, ayudados por las resoluciones de la Unesco, conformarse como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad destinado a minorías culturales. Quizás esto sea querer ver el vaso medio lleno pero la visión del futuro me hace pensar que manifestarnos como minoría cultural será la única forma de mantenernos a flote en estos momentos de ataques constantes.
A Iglesias le ha dicho que no Ciudadanos. Consideran que el mejor referéndum es la asistencia a las plazas; que vaya quien quiera. No sabemos cómo ha reaccionado Sánchez pero quizás sea conveniente recordar que en su día, cuando pensaba que podría ser presidente sin entrar por la puerta de atrás, Sánchez se reunió con la ganaderos de la Unión, y les aseguró su profundo respeto hacia el mundo de los toros ¿Qué quedará de eso? Seguramente nada porque en aquellas épocas Sánchez le doraba la píldora a todo aquel o aquella que supusiera un voto. No sería de extrañar que Sánchez, queriéndolo o no, determine apoyar la propuesta de Iglesias. En principio un referéndum no tendría por qué asustar al mundo del toro, excepto porque simplemente en su convocatoria indica ya una clara intención de eliminación.